Esta estimulante antología de Gilbert K. Chesterton recoge 18 ensayos representativos de sus intereses y obsesiones, que se nos entregan como un valioso tesoro (qué bien edita Trama) con un lema fundamental: «Todas las nuevas ideas se encuentran en los viejos libros». El traductor Íñigo García Ureta, un valor añadido en sí mismo para cualquier libro, se marca efectivamente un prólogo buenísimo sobre la atemporalidad del británico que consigue elevar el contenido de la obra a la máxima potencia de actualidad, alineándose con Borges sin complejos para demostrar, con algunos ejemplos rápidos pero decisivos, cómo en la era del clickbait sigue sin haber una página de Chesterton que no contenga un deslumbramiento, porque su paradójico mérito literario es que «fue capaz de identificar entonces hechos que nos afectan ahora».
Sin ir más lejos, prestemos toda la atención a las primeras reflexiones que nos lanza como dardos en «Sobre la lectura». Asocia Chesterton la figura del hereje, «aquel que ama su verdad más que a la verdad misma» con las modas pasajeras; pasa después a explicarnos cómo «ser solo moderno» condena a la más extrema estrechez de miras y, para culminar, nos regala una frase tan hilarante como brutal que apetece estamparse en una camiseta de cara al futuro: «La senda de los siglos pasados está sembrada con modernos muertos». Chesterton proyecta este discurso sobre dos personajes a los que contrapone, en la medida en que desprestigia al supuestamente revolucionario Nietzsche por su rabia contra los débiles y contra la moralidad altruista, mientras que ensalza al genuino Shakespeare por anticiparse a la tesis nietzscheana en el último acto de Ricardo III a esa «moral de amos y esclavos» que, sin embargo, en el caso shakesperiano, está «sopesada con calma» y colocada en su justo lugar, nos dice.
Sigue en orden de lectura un segundo ensayo que no se queda atrás en calidad de incisivo, «La locura y los libros», donde Chesterton previene del pecado de la idolatría, criticando a todo aquel que prefiere el objeto simbólico a la realidad que simboliza, en este caso, a todo aquel que prefiere el libro a la vida; y lo resume así de clarito: «La idolatría existe allá donde la cosa que originalmente nos dio la felicidad se convierte en algo más importante que la felicidad misma»; es decir, consiste en «escoger el bien secundario sobre el bien eterno que simboliza». Chesterton considera la idolatría, por tanto, como «una herejía matemática y moral» que nos hace coger la parte por el todo, y, en este sentido, asemeja «la bibliomanía» como idolatría a una borrachera, denunciando en las posibles dinámicas insanas de un erudito no tanto un amor a los libros como una indiferencia por la vida.
También nos advierte «de cierto tipo de libro moderno que debiera ser destruido: el libro pseudocientífico». Más exactamente, instiga a volar en pedazos este tipo de publicaciones usando la dinamita de algún escritor satírico como Swift o Dickens. Como traca final, nos quedamos con una última perla, incluida en el ensayo «Sobre la docilidad de la prensa amarilla», donde Chesterton nos invita a no olvidar jamás una gran máxima periodística: «Cuando un editor logra que la gente se enfade de verdad, también logra que le escriban la mitad del periódico gratis». Se refiere a las cartas al director que remite por excelencia el público escandalizado, en una casuística que perfectamente puede extrapolarse a las redes sociales de hoy.
Definitivamente, Chesterton sigue dándonos sopas con ondas en las problemáticas más contemporáneas. Mostrarse tan chispeante lejos de todo academicismo le permite brillar, además, con el esplendor vital y apasionado que más nos gusta de él.
Gilbert K. Chesterton
Trama
2021
152
18 €