«La pretensión de la eterna juventud no solo es imposible, sino delirante»
Durante la audiencia general, el Papa ha vuelto a definir la invasión de Ucrania como «guerra cruel»
Francisco ha retomado su extenso ciclo de catequesis sobre la vejez que interrumpiera en julio tanto por la parón estival de la audiencia general como por su viaje a Canadá. La audiencia de la pasada semana versó sobre esta visita apostólica.
De nuevo y a partir de las Escrituras, el Pontífice ha reflexionado sobre qué significa el paso del tiempo a la luz del Evangelio de San Juan que narra cómo Jesús se despide de los discípulos y les pide que no estén tristes porque les está preparando un lugar junto a Él.
Mientras eso llega, el Papa ha explicado cómo vivir la vejez: «Es un tiempo propicio para dar testimonio de esta espera». También ha destacado que en la vejez es posible llevar a cabo «obras de fe», aunque no basadas en las fuerzas o energías de la juventud. «Pero precisamente así hacen aún más transparente la promesa del verdadero destino de la vida: un lugar en la mesa con Dios, en el mundo de Dios», ha indicado Francisco que también ha animado a las Iglesias locales a fomentar esta participación de los ancianos en la vida comunitaria.
Por el contrario, tomarse la vejez consumidos «en la amargura de las oportunidades perdidas» no hace sino amargar a todos. El Santo Padre ha propuesto a los mayores vivir su vejez con apertura porque «nuestra vida no está hecha para encerrarse en sí misma, está destinada a ir más allá», sino «junto al Señor».
Porque, tal y como ha subrayado el Papa, «vejez es la fase de la vida más adecuada para difundir la alegre noticia de que la vida es una iniciación para una realización definitiva». A lo que Francisco ha añadido: «Y lo mejor está por llegar».
Por eso, ha insistido en que el paso del tiempo no se ha de considerar «como una amenaza, sino como una promesa»: «El tiempo de vida en la tierra es la gracia de este paso. La pretensión de detener el tiempo, de querer la eterna juventud, el bienestar ilimitado, el poder absoluto, no solo es imposible, sino que es delirante».
En el turno de los saludos en varios idiomas, el Santo Padre, como hace prácticamente en todas sus intervenciones públicas, se ha referido de nuevo a la invasión de Ucrania: «Un recuerdo también para el pueblo de Ucrania que todavía sufre esta guerra tan cruel y recemos por los refugiados que siguen llegando continuamente». Ha invitado asimismo a todos los fieles a ser «constructores de paz en la familia, en la Iglesia y en la sociedad».