La políglota cisneriense
Aunque la llamemos complutense, esa Biblia políglota se debe a Jiménez de Cisneros (Torrelaguna 1436, Roa 1517), Gonzalo de bautismo y Francisco de franciscano. Fue cura antes que fraile y luego arzobispo primado de Toledo, regente de Castilla, cardenal y gobernador de Castilla. Se está conmemorando el V centenario de su muerte y sus restos descansan en la catedral magistral de Alcalá de Henares, junto a los santos niños mártires Justo y Pastor.
Fundó allí su universidad, porque sabía lo que la sociedad se jugaba en la educación, e inició la elaboración de una Biblia plurilingüe –con los códices más seguros y las traducciones más fieles– para que los biblistas y teólogos pudieran transmitir al pueblo la exégesis conforme a la divina revelación y a la tradición de la Iglesia. 15 años de trabajos de diferentes especialistas desde 1502 en sesiones casi diarias presididas por Cisneros.
Esta políglota cumple cinco siglos. Se comenzó a imprimir en 1514 pero se terminó en 1517, antes de la muerte del cardenal el 8 de noviembre, por el impresor Arnaldo Guillermo de Brocardo, en un alarde que maravilla. Y se comenzó a distribuir en 1520 cuando a Erasmo se le acababa el plazo de una exclusiva.
Fueron 600 series de seis volúmenes cada una. Cuatro primeros del Antiguo Testamento a tres columnas: hebreo-latín-griego (el Pentateuco, además, con arameo del Targum de Onquelos y su traducción latina). El Nuevo Testamento, del quinto, a dos: griego-latín, y un diccionario greco-latino. Y el sexto: diccionario hebreo-latino, interpretación de nombres hebreos, índice latino y gramática hebrea.
A Ximénez de la Torre (Cisneros es la villa palentina de sus padres) le debemos los españoles llevar los apellidos de los nuestros, pues así lo ordenó. Hasta comienzos del XVI se añadía al nombre de pila una denominación del pueblo natal, o del oficio, o un apodo familiar. Había hermanos con apellido diferente y personas, que no tenían nada que ver familiarmente, coincidían en el apellido. Un lío.
En agradecimiento recíproco, a la políglota adjetivada con el topónimo complutense bien podríamos apellidarla con el de su padre, cisneriense. Y tanto más en este año 500 desde el nacimiento de la políglota y de la muerte de Cisneros.