Francesco Canale: «La pintura ha sido mi refugio en los peores momentos»
El artista, nacido sin brazos ni piernas, es el creador de los nuevos sellos del Vaticano para esta Navidad 2022. Este pintor, escritor y hasta actor de teatro, los ha dibujado con un pincel entre los dientes
Aprender a escribir fue su primer lenitivo. Con 5 años, mientras sus compañeros del colegio se esforzaban por trazar con la mano una caligrafía sin borrones, a él le colocaban un lápiz en la boca. Al principio llenaba el folio de garabatos. Pero a los pocos meses ya delineaba enfebrecido todas las letras del abecedario: «No existía la tecnología que hay ahora. Yo quería ser autónomo y no depender siempre de la maestra», asegura Francesco Canale, que, a sus 33 años, se ha convertido en un artista arrollador con gran proyección internacional.
Nació sin brazos ni piernas, una discapacidad grave que marcó su vida desde el principio. Sus padres biológicos lo abandonaron en el hospital, pero una familia valiente lo adoptó cuando tenía tan solo 40 días. A los 6 años ya ganó un concurso de pintura sobre el tema de la paz de la Asociación de Pintores con la Boca y con el Pie: «Yo lo veía como un juego. Solo era un niño que pintaba como el resto de los niños; pero en la adolescencia entendí que había algo me quemaba dentro, como un fuego que me movía a pintar». Si el mundo se encargaba de recordarle con crueldad sus límites, la pintura era como un bálsamo que le libraba del tormento continuo de tener que encajar. «Ha sido mi refugio en los peores momentos. Me ha permitido mirarme sin complejos para entender que, aunque no tengo ni brazos ni piernas, puedo ofrecer muchas cosas al mundo», describe.
Este italiano de 33 años nació sin ninguna de las cuatro extremidades debido a una enfermedad congénita. Desde los 5 años pinta sosteniendo un pincel entre los dientes y sus obras se han expuesto en todo el mundo. Siempre ha preferido darle más importancia a las cosas que podía hacer que a las que no podía.
Además de ser pintor profesional, también escribe —acaba de publicar su primer libro, Le corde del anima—, compone música y hace teatro. Para Anima Blu, su nombre artístico, todo cabe en una vida sin extremidades. Aunque no se lo han puesto fácil. A veces se topa por la calle con alguna madre que tapa los ojos a su pequeño para que no le vea. O con la ignorancia de los que piensan que también sufre una discapacidad mental y empiezan a gritar para hablarle o a tratarle como a un niño. «También me han metido dinero en el cojín de la silla de ruedas. Lo afronto con ironía y lo uso en los espectáculos teatrales para sacarle una sonrisa a los demás. Es una manera de exorcizar el dolor», asegura. Las barreras arquitectónicas son parte del problema. «Yo no puedo hacer lo que hacen los demás como lo hacen los demás. Por ejemplo, no puedo coger un tren como los demás, hacer turismo o ir a un concierto». Por eso dice que la verdadera inclusión pasa por hacer un mundo en el que todo sea accesible para todos.
Como artista también ha gozado de grandes satisfacciones. Recuerda con cariño que pudo entregarle en persona uno de sus cuadros a Juan Pablo II o que, con tan solo 12 años, participó en su primera exposición internacional, celebrada en el Museo de la Ciudad de Madrid. Todo esto, sin duda, gracias a la asociación de pintores que no pueden usar las manos a la que pertenece. «Es una gran familia dedicada a dar dignidad a las personas con discapacidad a través de un trabajo artístico, también en zonas del mundo donde nacer así es considerado un castigo divino», relata.
Gracias a esta asociación recibió el encargo del Vaticano para realizar los sellos de Navidad de este 2022. Debía realizarlos junto con otra artista del grupo, pero falleció antes de terminar los dos sellos. El primero representa a un ángel anunciando el nacimiento de Jesús a un pastor. Y el segundo, a un pastor adorando al Niño.
En 1475 los Reyes Católicos plantaron la semilla de la primera misión diplomática del mundo. El primer embajador español ante la Santa Sede fue Gonzalo de Beteta. Pero hasta el año 1622, los representantes de la monarquía española no gozaron de una morada fija. Fue el duque de Albuquerque quien puso fin a la costumbre de vagar de alquiler en alquiler por palacios privados al adoptar como aposento definitivo el palacio Monaldeschi, ubicado en la plaza de la Trinidad dei Monti, que pronto pasó a llamarse plaza de España.
Para conmemorar los cuatro siglos de historia que cumple la ubicación de la Embajada de España ante la Santa Sede en el edificio de plaza de España, la Oficina de Correos del Vaticano ha emitido un sello y un matasellos. La iniciativa pretende reconocer la «singularidad» del palacio de España entre las diferentes embajadas acreditadas ante la Santa Sede y destacar, además, que es la legación diplomática permanente más antigua del mundo. El encargo ha venido de la mano del presidente de la Comisión Pontificia para el Estado de la Ciudad del Vaticano, el cardenal Fernando Vérgez Alzaga.
El sello reproduce la fachada del palacio tal y como se recoge en el cuadro Fiesta en la Embajada de España, del pintor Giovanni Paolo Pannini, pintado en 1727 y actualmente en la Apsley House de Londres. El cuadro y el efímero barroco que en él se ve fueron comisionados por el embajador de España ante la Santa Sede, el cardenal Bentivoglio d’Aragona, con ocasión del nacimiento del infante Luis de Borbón y Farnesio, según han informado desde la legación diplomática.