La pintura - Alfa y Omega

De pequeña me encantaba pintar. A lápiz. Con acuarelas. Cuando me veía más avezada, con acrílicos. Como no tengo hermanos —aunque sí muchos vecinos, uno exactamente de mi edad con el que compartí juegos, tardes y enfados—, me gustaba entretenerme con los pinceles. Siempre fijándome en otros ejemplos, porque la creatividad artística no era mi fuerte. Hace años que abandoné esa inquietud, porque otras más fuertes copaban mis horas, pero mi mejor amigo me recordó que podría retomarlo una Navidad con una preciosa caja de pinturas llena de variados colores y posibilidades. Aún la tenía arrinconada. Hasta la semana pasada. Gracias a las iniciativas que la Fundación CEU organiza bajo el nombre de #CEUTalks, espacios de encuentro para fomentar el diálogo, y rodeada de una decena de mujeres fuertes, inteligentes y valiosas, pude revivir el arte. El resultado podría haberlo hecho mi hija, Inesita, de 5 años. Pero el proceso me recordó la hermosura de plasmar en colores un estado de ánimo. Me salió un degradado que iba del negro al amarillo. De la oscuridad a la luz. Y, en medio, un mar embravecido y una miniatura surcando el oleaje. No lo planeé. Solo lo viví. El arte.