La persecución de los cristianos en la Rumanía comunista, por Ricardo Ruiz de la Serna- Alfa y Omega

La semana pasada estuvieron hablando en el Congreso de los Diputados acerca de los crímenes cometidos en nombre del comunismo. El debate y la polémica por las palabras del diputado comunista Enrique Santiago me brindan la posibilidad de recomendarles Cadenas y terror. Un obispo grecocatólico clandestino en la persecución comunista en Rumanía, de Ioan Ploscaru, que ha publicado la Biblioteca de Autores Cristianos en julio de este año.

Ploscaru (1911-1998), obispo grecocatólico, narra en este libro su propia experiencia de calvario desde que, poco después de terminar la II Guerra Mundial, el régimen comunista rumano prohibió la Iglesia grecocatólica, unida a Roma, y desató contra ella una persecución despiadada que duró 41 años. Ploscaru sufrió en sus propias carnes el acoso, la vigilancia, la detención, el interrogatorio, la tortura, el encarcelamiento —quince años preso, de ellos cuatro en régimen de aislamiento— y un sinfín de sufrimientos que asociaron su vida a la cruz de Cristo.

Me parece que este punto es relevante: la Iglesia no sobrevive por sus propias fuerzas —¡ay, somos tan débiles los seres humanos!— sino porque la sostiene Cristo. No es de los hombres, sino de Él. El testimonio de fe de Ploscaru conmovedor. Dice en el capítulo que dedica a los interrogatorios, las torturas y las privaciones: «Las privaciones las considero como los periodos más plenos de mi vida, cuando he podido ofrecer a Jesús no sólo palabras, sino hechos».

Dice un poco más adelante hablando de la prisión de Sighet: «¡La única arma de defensa frente a la destrucción de lo humano era la oración!». Esta experiencia es frecuente entre los religiosos encerrados por los regímenes comunistas. Me recordó un pasaje de las memorias de prisión de Natan Sharansky cuando cuenta que rezaba los salmos durante su encarcelamiento.

Cadenas y terror es un testimonio valiosísimo del sufrimiento de los cristianos unidos a Roma en la Rumanía de Ceaușescu. Se suma a obras como la de Pavel Florenski (Cartas de la prisión y de los campos, EUNSA, 2020), que yo leí en la edición anterior de 2005, y a las que enriquecen la colección Mártires del siglo XX que publica Encuentro. En un tiempo como el nuestro, una época de confusión moral y olvido de la historia, obras como Cadenas y terror nos confortan y nos inspiran. En un bellísimo pasaje, Ploscaru escribe «pero yo no podía firmar en contra de mis convicciones».

Esa firmeza solo la da Cristo.