La pandemia de la soledad también alcanza a los niños - Alfa y Omega

La pandemia de la soledad también alcanza a los niños

Los valores se han intercambiado por la satisfacción urgente de los deseos, tanto para los niños como para los adultos

Alfa y Omega

Todos los expertos reunidos en torno al encuentro Familia y Escuela 2023, organizado por el Consejo Escolar la semana pasada y con el objetivo de ofrecer a los padres unas claves para responder a los nuevos retos —aunque cuestiones de siempre— llegaron a similar conclusión: los niños se sienten solos. No tiene por qué ser una soledad física, no se referían al abandono del niño llave que tiene que arreglárselas mientras sus padres trabajan de sol a sol. La soledad de la que se habló es la del corazón. Padres enganchados a los móviles —tanto hablar de cómo limitar el uso de las pantallas para los menores cuando los adultos no sueltan el smartphone ni a la hora de acompañarlos a la cama—; ambos con trabajos demandantes o con la angustia de no encontrarlo y edades avanzadas, lo que añade un plus de falta de paciencia, y un contexto social y escolar en el que los valores se han intercambiado por satisfacción urgente de los deseos, tanto para niños como para adultos. En este caldo de cultivo el acoso escolar, uno de esos retos de los que se habló en el evento y cuyo día celebramos el pasado martes, sigue vigente. Dice José Antonio Luengo, miembro de la Unidad de convivencia de la Comunidad de Madrid, en estas páginas, que no hay un incremento, pero tampoco desciende. Eso sí, «las nuevas formas de acoso, a través de la tecnología, son más dañinas». Porque son más difíciles de rastrear y además no distinguen entre día y noche, entre colegio o cancha de baloncesto. Es un acoso 24 horas.

El abusador de libro ha existido siempre; niños con carencias evidentes que vuelcan sus desafecciones en el diferente. Es tarea social —no solo familiar— que aprendan a respetar al otro como un don y sepan pedir perdón. También lo es acompañar al supuestamente débil para fortalecer sus virtudes. Pero para eso se necesitan educación y modelos arraigados en la moral, no tiktokers de medio palo que solo intoxican las mentes aún en proceso de formación.

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