El 20 de enero de 2021, cuando el reloj marcaba las 14:56 horas, se produjo una gran explosión en un edificio de la madrileña parroquia de la Virgen de la Paloma y San Pedro el Real. El bloque colindante al templo, en el que se ubicaban los pisos de los sacerdotes y varios locales usados por Cáritas y las comunidades neocatecumenales, quedó destrozado como mostraron medios del mundo entero. Hubo cuatro muertos y diez heridos.
El origen fue un escape de gas bajo la acera de la calle Toledo. Se coló en el número 98 y subió a las plantas superiores, donde se formó una bolsa. Una simple chispa causó la desgracia. Los informes coinciden en que no hubo negligencias por parte de las víctimas y en que la instalación estaba en regla. Hoy las familias y los feligreses piden que se investigue a fondo qué ocurrió en la acometida para que nadie pase por lo mismo.
En este tiempo han sido muchas las muestras de cariño y generosidad con La Paloma y los seres queridos de las víctimas. El luto, como reconoce el párroco en Alfa y Omega, los ha unido. Ahora afrontan la reconstrucción, del templo y de tantas vidas rotas, con confianza en el Señor y con una certeza: el dolor no tiene la última palabra.