El suicidio se ha convertido en un asunto de salud pública. Se podría decir, como se acostumbra, que se ha convertido en un problema, pero eso contribuiría a abultar el enorme tabú que sobre él se cierne. Un suceso humano, complejo, multidimensional. El suicidio es una realidad muy dolorosa que, en muchas ocasiones, queda sepultada en la clandestinidad e impide a familiares y seres cercanos llevar a cabo un duelo que, ya de por sí, se hace tremendamente triste y angustioso.
Solo en España se estiman cerca de 4.000 casos anuales, sin contar los intentos fallidos. Cifras al alza respecto a años anteriores. Los datos mundiales sitúan la cifra en 800.000 casos por año. Una persona cada 40 segundos. El estigma y el rechazo que rodean el suicidio se fundan en la dificultad de abordarlo (en la detección y prevención) así como en la incomprensión que genera. Con el objetivo de acercar este fenómeno insoslayable a un público amplio, y concienciar a la población, Francisco Villar Cabeza (psicólogo clínico especialista en suicidio en la infancia y la adolescencia) ha publicado en Herder un libro indispensable: Morir antes del suicidio. Prevención en la adolescencia. En este accesible volumen (de muy recomendada lectura para profesores y educadores, psicólogos y orientadores), escrito con espíritu pedagógico y con la intención de mostrar e investigar la ineludible realidad del suicidio, el autor define la conducta suicida, desmiente numerosos y dañinos tópicos, y nos habla de las consecuencias del dolor emocional, de la desesperanza y la frustración, del (temido) efecto contagio, de la familia y el colegio, y de todos aquellos entornos en los que un adolescente puede recurrir a un adulto en busca de ayuda. Ayuda: la palabra fundamental. Una ayuda que busca a alguien que escuche los propios temores, las propias inquietudes y, a veces, las propias intenciones. Como escribe Villar Cabeza, este no es un libro sobre la muerte, sino sobre la vida. Sobre cómo continuarla cuando parece que todo ha colapsado, cuando no hay fuerza para vislumbrar un horizonte. Morir antes del suicidio aporta útiles herramientas para poder atender a quien detecta una intención suicida o, antes aún, para identificar los factores de riesgo. El suicidio nos repercute a todos como sociedad. Es esencial contar con las herramientas necesarias. Para ayudar.