«La mujer pobre del Congo acude al médico solo cuando se encuentra mal»
Cada año, 4.800 mujeres mueren en la R. D. Congo a causa del cáncer de cuello de útero, enfermedad curable si se diagnostica a tiempo. Un equipo de médicos autóctonos y españoles ha puesto en marcha un programa de detección precoz
Elikia significa «esperanza» en lingala, uno de los idiomas más hablados en la República Democrática del Congo. Parece una palabra difícil de pronunciar en un país que depende, en gran parte, de las exportaciones de recursos naturales que multitud de empresas multinacionales expolian sin miramientos. Mientras, el conflicto azota el este del país y se estima que 13 millones de personas necesitan ayuda humanitaria. Es, además, uno de los peores lugares del mundo para nacer mujer. Con una población de más de 90 millones de habitantes según el FMI, aproximadamente 20.000 mujeres mueren durante el parto cada año. En otras palabras, una cada 25 minutos. Otras 4.800 mueren anualmente por cáncer de cuello de útero. Es el principal tipo de tumor entre las mujeres congoleñas: cada año lo padecen 32 de cada 100.000, una prevalencia casi seis veces mayor que en España. Solo en la capital, Kinsasa, se contabilizan 3.500 nuevos casos de esta enfermedad al año.
Pero, en medio de las cifras escandalosas, la esperanza se abre paso y Elikia mantiene su significado: también es el nombre de un proyecto que nació en 2016, cuando Luis Chiva, médico especialista en Ginecología y Obstetricia de la Universidad de Navarra, conoció a la doctora Celine Tendobi, directora de Ginecología del Centro Hospitalario Materno-Infantil Monkole, en Kinsasa, y comenzaron a colaborar en varios programas. En el ámbito de la ginecología y la obstetricia se centran en el drama de la falta de medios para atender el embarazo y el parto y en el abordaje del cáncer de cuello de útero. Esta enfermedad oncológica es curable y se puede prevenir. Pero resulta más difícil sin un diagnóstico precoz. «La mujer pobre tiene que sobrevivir día a día y, como consecuencia, acude al médico solo cuando se encuentra mal. Además, lo tiene que pagar con sus propios recursos. No hay un sistema sanitario público ni una cultura de medicina de prevención», describe el doctor Chiva, investigador principal del proyecto. «Si no hay prevención ni vacunación, ni tampoco cribados, la enfermedad aparece. Si encima no se diagnostica o se diagnostica muy tarde y no se puede tratar, es un drama».
«Nuestra idea es generar un proyecto de cribado sostenible en la zona de Mont Ngafula, en Kinsasa, que de algún modo inspire al Gobierno para que decida dar un paso adelante e invertir recursos en esta realidad que es tan compleja y por la que muere tanta gente innecesariamente», explica el médico. Su sistema es económico y sencillo: una inspección visual —cuello del útero— tras aplicar ácido acético y lugol. De esta manera se pueden detectar lesiones premalignas, susceptibles de convertirse en tumores, incluso «viendo una fotografía o un vídeo con el móvil y ampliando», asegura. En ese caso, se aplica un tratamiento por termoablación que destruye la lesión con calor. Es el abordaje que recomienda la Organización Mundial de la Salud en países en desarrollo, porque es el más viable. La gran aportación de Elikia es que, aunando la formación del personal local con poca experiencia y compartiendo las fotografías con ginecólogos expertos a distancia, se detectan más casos y se previenen los graves.
Más de un tercio de todas las muertes por cáncer de cérvix en el mundo se producen en el África subsahariana. Sin embargo, únicamente el 17 % de los países africanos tiene un programa y un presupuesto específicos para combatir el cáncer. La infección por el virus del papiloma humano es la causa de un
98 % de casos de este cáncer. Pero más allá de la promiscuidad, que puede fomentar su transmisión, hay muchas otras causas propias de un país empobrecido, en el que la esperanza de vida se sitúa en los 60 años, como la ausencia de vacunas y de prevención primaria y secundaria. Frente a esto, el proyecto Elikia hace honor a su nombre. Lo demuestra la acogida que tiene entre las congoleñas, que cada vez que oyen hablar del programa de diagnóstico precoz se apuntan y animan a hacerlo también a sus amigas, vecinas y familiares.
Pero este proyecto no se lleva adelante en singular. Al doctor Chiva le acompañan profesionales españoles y también un grupo de expertos congoleños liderado por la doctora Tendobi. Además, todos los años estudiantes de Medicina de la Universidad de Navarra viajan a Kinsasa para reforzar el programa. Todo ello se sostiene con donaciones a través de la Fundación Amigos de Monkole, que con más de diez años de experiencia buscan «provocar un desarrollo perdurable en los cuidados sanitarios en África» y promover una salud accesible a todos, con proyectos como cuidados durante el embarazo y a los recién nacidos y operaciones de raquitismo y pie zambo, entre otros.