La monja que llevaba transexuales al Papa se salta el protocolo y llora frente a su féretro
Sor Geneviève pasó siete minutos rezando ante el cuerpo de Francisco mientras avanzaba la cola con cardenales para despedirse de él
Sor Geneviève Jeanningros, una religiosa francesa de 81 años de las Hermanitas de Jesús, ha protagonizado este miércoles uno de los gestos más conmovedores durante la despedida al Papa Francisco en la basílica de San Pedro. Era amiga personal del Pontífice y él la llamaba cariñosamente enfant terrible. No ha podido contener la emoción al acercarse al féretro y, con una pequeña mochila a la espalda, ha roto el protocolo y se ha detenido en una esquina del recorrido para rezar entre lágrimas.
Durante siete minutos, sor Geneviève ha permanecido junto al Papa Francisco llorando discretamente. Mientras, ha continuado a sus espaldas el paso de cardenales, obispos, funcionarios vaticano y peregrinos que se han acercado hasta la basílica de San Pedro para darle un último adiós. Aunque la actitud espontánea de la hermana ha alterado mínimamente la solemnidad prevista, nadie ha interrumpido su recogimiento.
Sor Geneviève lleva 56 años dedicada a asistir a los más vulnerables, en especial a transexuales y feriantes de Ostia, un pueblo costero cerca de Roma muy abandonado por las instituciones y donde el crimen organizado amasa un gran poder. Durante la pandemia de la COVID-19, la religiosa colaboró con el rector de la iglesia de la Santísima Virgen Inmaculada de Torvaianica, Andrea Conocchia, para pedir ayuda para los perfiles marginados en la zona. Ambos llamaron a la puerta del cardenal limosnero Konrad Krajewski para solicitar apoyo para unas 50 personas vinculadas al mundo feriante.
Desde 2022, la francesa acude habitualmente a las audiencias generales de los miércoles. En vida del Pontífice solía llevar a pequeños grupos de personas homosexuales y transexuales que deseaban encontrarse con él. Su despedida silenciosa, marcada por la oración y las lágrimas, ha reflejado de manera sencilla pero elocuente el afecto profundo que Francisco suscita entre quienes encontraron en su pontificado un rostro acogedor de la Iglesia.