¡Perico el Conejo cumple 120 años! Es el protagonista entrañable del libro más famoso de Beatrix Potter (The tale of Peter Rabbit), un clásico universal que Beascoa celebra con esta edición conmemorativa.
Llevado al cine en dos ocasiones desde 2018, Perico es un animalito travieso que desobedece a su mamá para colarse por debajo de la verja a la huerta del tío Gregorio, donde coge un empacho por zamparse todo lo que pilla a su paso: lechugas, judías verdes y rabanitos. El granjero, que anda cerca plantando coles, sorprende al pequeño intruso, y se lanza en su persecución con el rastrillo en alto, «¡al ladrón!». Perico se asusta mucho, tiene serias dificultades para encontrar la salida, corre y corre, a punto está de rendirse, pero unos gorriones le dan aliento. Se desespera, llora, se deja la chaqueta y los zapatos por el camino, pero consigue regresar sano y salvo a casa. Su mamá se disgusta porque ha vuelto a perder la ropa (¡segundo par de zapatos y segunda chaqueta en dos semanas!), y, al encontrarlo indispuesto, le deja sin la cena de sopas de leche con pan, y le manda directamente a la cama con una infusión de manzanilla amarga. Sus hermanas, Pelusa, Pitusa y Colita de Algodón, que sí se han portado bien, disfrutan incluso de unas deliciosas zarzamoras de postre, y esa es la bonita estampa que cierra el cuento, que, por supuesto, reproduce las ilustraciones originales.
Beatrix Potter alumbró esta historia en su residencia en el Distrito de los Lagos, en Inglaterra, para enviársela por carta a un amigo enfermo. Hay que destacar la legendaria autopublicación que realizó en 1901 de ella, una tirada particular de 250 ejemplares que vieron la luz justo a tiempo para poder regalarse como espléndidos presentes de Navidad (codiciada rareza por la que los coleccionistas llegan a pagar hoy más de 25.000 libras). Un año después, en 1902, Beatrix rehizo el texto y dio color a las ilustraciones para un lanzamiento ya bajo los auspicios de Frederick Warne.
Sabemos, por expertos como Alison Lurie, que la autora se negó siempre a emplear un lenguaje infantil, creía que los niños deseaban y necesitaban aprender cosas nuevas, «así que incluía deliberadamente una palabra difícil, por lo menos, en cada uno de sus textos», como recoge Lurie en el libro de referencia No se lo cuentes a los mayores (Fundación Germán Sánchez Ruipérez). También apunta la especialista que las ilustraciones de Potter, «a diferencia de tantas de entonces y de ahora, no fueron caricaturas ni simplificaciones en tono menor», sino que puso en juego todo su talento artístico para alumbrar impecables dibujos de la realidad.
Aquí llegamos a una de las inagotables fuentes de belleza creativa de los trabajos de Potter, esas atmósferas confortables que le sirvieron a ella misma de escape vital frente a la doble represión que padeció, primero, como niña de la alta sociedad victoriana, y, después, como mujer artista, y naturalista, de principios del siglo XX.
Las rápidas ventas de los 8.000 ejemplares de aquella primera edición le abrieron a la intrépida dama las puertas de la fama y de un contrato editorial en el que pactó el lanzamiento de dos libros al año que, igualmente, saldrían a la venta en la época navideña. Efectivamente, es innegable que hay algo esencialmente navideño en el corazón de sus narraciones populares. Se trata de una sensación inefable a la que solo un genio traductor de lo invisible como C. S. Lewis supo acercarse con palabras. No resulta extraño, por tanto, que sintamos una íntima conexión entre los animalitos antropomorfizados de la autora inglesa y los de otra lectura obligada en el tiempo navideño que llega, Las crónicas de Narnia.
Beatrix Potter
Beascoa
2022
32
14,20 €