La liturgia, clave para el encuentro con Cristo
En la preciosa carta apostólica Desiderio desideravi, el Papa invita a redescubrir y vivir la verdad y la fuerza de la celebración
El pasado 29 de junio, en la solemnidad de los santos apóstoles Pedro y Pablo, se hizo pública la preciosa carta apostólica Desiderio desideravi (Ardientemente he deseado) sobre la formación litúrgica del pueblo de Dios. En ella, el Papa Francisco invita «a toda la Iglesia a redescubrir, custodiar y vivir la verdad y la fuerza de la celebración cristiana».
Como señala el Pontífice, en la Eucaristía y el resto de sacramentos «se nos garantiza la posibilidad de encontrarnos con el Señor Jesús» y de ser «alcanzados por el poder de su Pascua». Por ello, hay que cuidar los diferentes aspectos de la celebración, desde el espacio en el que se realiza hasta el tiempo que se le dedica, pasando por los gestos, las palabras, los objetos y vestiduras o la música y los cantos… Conscientes de la vigencia de la reforma litúrgica del Concilio Vaticano II y de la conexión de esta con la historia —advierte—, no se puede caer en un «esteticismo ritual», que se recrea en la «formalidad exterior» y en la «observancia» de las reglas, ni en el extremo contrario de confundir «lo sencillo con una dejadez banal» y «lo esencial con la superficialidad ignorante» o incurrir en un «funcionalismo práctico exagerado».
En esta línea, el Papa nos alienta a cada uno de los fieles a no perder el «asombro» en las celebraciones y, a la Iglesia en su conjunto, a apostar por la formación para que todos entendamos su sentido. Esto afecta de manera especial, según asevera, al «arte de celebrar»: los sacerdotes no deben limitarse a cumplir las rúbricas ni entregarse a «una fantasiosa —a veces salvaje— creatividad sin reglas». La clave es recordar que «el rito es en sí mismo una norma», y que esta «nunca es un fin en sí misma», sino que está «al servicio de la realidad superior que quiere custodiar». Se trata, en definitiva, de entender que la liturgia tiene un profundo sentido teológico y así posibilita el encuentro real con Jesucristo.