El libro de Candiard es para quien quiera tomarse su cristianismo en serio, quien no quiere reducir su fe a una religión de preceptos, a un moralismo que crea desasosiego en el alma. El autor podría haber recurrido a fundamentar su obra en numerosos pasajes del Nuevo Testamento, pero ha querido exponer su discurso a partir de los 25 versículos de la carta de Pablo a Filemón, un ilustrativo ejemplo de lo que significa la libertad cristiana. Recordemos que el esclavo Onésimo huyó de la casa de su amo Filemón, que era cristiano, pero en su camino se encontró con Pablo, que le bautizó y le dio una carta para presentarse con ella a su amo.
Candiard subraya un detalle esencial: el apóstol podía haber ordenado a Filemón que recibiera al esclavo fugitivo o que le pusiera en libertad. No hizo nada de eso, pese a estar legitimado para ello. Por el contrario, Pablo apela a la libertad de Filemón con estas palabras: «Aunque tengo plena libertad en Cristo para indicarte lo que conviene hacer, prefiero apelar a tu caridad». Ahí radica precisamente la libertad cristiana. No en una obediencia pueril, en expresión del autor. Consiste en una apelación a la responsabilidad personal, y siempre de la mano de la caridad, la mayor de las virtudes cristianas. Narra Candiard una anécdota del tiempo de sus estudios en Roma: pretendía que su director espiritual le obligara a madrugar para ir a Misa a una iglesia cercana a su casa. Así le resultaría más fácil, por medio de un imperativo, cumplir con lo que él mismo se había puesto por obligación. Con buen criterio, el director se negó a hacerlo al tiempo que le recordaba que la vida cristiana es crecer en libertad.
El religioso francés nos habla también desde su experiencia como sacerdote, pues se ha encontrado a muchas personas que le preguntan lo que es lícito y lo que no lo es. Dan la impresión de estar pendiente de un Dios tiránico que les ha impuesto pesadas cargas. Muchas veces esta actitud denota una falta de espiritualidad, una falta de entendimiento de lo que es la voluntad de Dios. Hay que amarla partiendo de la convicción de que Dios siempre quiere nuestro bien. En consecuencia, no se puede separar la vida moral de la vida espiritual.
Adrien Candiard
Encuentro
2022
111
16 €