La Iglesia y Trump: entre la movilización y el diálogo - Alfa y Omega

La Iglesia y Trump: entre la movilización y el diálogo

Los obispos responsables de la pastoral con migrantes apuestan por buscar puntos en común para proteger al mayor número de personas posibles ante amenazas como la de una deportación masiva

María Martínez López
Partidarios de Trump el día 10 en Nueva York, cuando recibió una sentencia sin pena por falsificación de registros comerciales
Partidarios de Trump el día 10 en Nueva York, cuando recibió una sentencia sin pena por falsificación de registros comerciales. Foto: EFE / Ángel Colmenares.

En las elecciones del 5 de noviembre, «los estadounidenses contrataron a Trump para llevar más dinero a sus bolsillos, bajar los precios y restaurar el orden en la frontera», no para desarticular departamentos —ministerios—, «abolir el FBI» o indultar a los asaltantes del Capitolio en 2021, afirma John K. White, profesor emérito de Ciencias Políticas de la Universidad Católica de América. Sus nombramientos revelan que «está decidido a ir más allá de las intenciones de los votantes» y que ha formado un equipo «mucho más disciplinado» que en su primer mandato para aplicar su programa desde el 20 de enero, cuando tome posesión.

Según este experto en la presidencia del país, puede tomar decisiones inmediatas para deportar migrantes y cerrar fronteras, recortar el Gobierno federal —«con motosierra», según un colaborador— e imponer aranceles. Ya «sabe dónde están las palancas del poder» y White teme que desafíe de nuevo las normas democráticas «sin que los mecanismos de control sean demasiado eficaces».

Seitz durante un acto en defensa de los inmigrantes, en marzo en El Paso
Seitz durante un acto en defensa de los inmigrantes, en marzo en El Paso. Foto: CNS.

Menos pesimista se muestra el obispo Mark Seitz, presidente del Comité de Migraciones de la conferencia episcopal. «No queremos ser la oposición», afirma. Aunque «cuando creamos que una decisión va contra la doctrina de la Iglesia y los derechos humanos lo expresaremos públicamente» y «nos movilizaremos», siempre «buscamos puntos en común. Estamos en continuo contacto con legisladores clave de ambos partidos y con el Gobierno». Entre sus prioridades está defender a los inmigrantes que llegaron de forma ilegal siendo niños y lograr una solución a largo plazo para quienes cuentan con protección temporal por proceder de países con graves crisis. Se lo facilitará la ampliación de plazos decretada por Biden, decisión que se suma a la conmutación de la pena de muerte a 37 reos y a la histórica concesión de la Medalla Presidencial de la Libertad al Papa.

Sin embargo, su principal campo de batalla es otro. En la Asamblea Plenaria de noviembre, Seitz presentó un plan preparado durante años para dar a laicos y clero la «ocasión de conocer a las personas a las que nos referimos cuando hablamos de migrantes», subrayando el «porcentaje extremadamente bajo que hace cosas malas» y la cantidad de «familias maravillosas que vienen» con «una enorme fe». Están formando a portavoces y animando a los obispos a designar representantes —dos tercios de diócesis ya los tienen— para revitalizar la campaña Justicia para los Inmigrantes.

Durante los próximos meses, Seitz también preparará a quien en noviembre lo sucederá al frente del comité: Brendan Cahill, obispo de Victoria (Texas). En su diócesis, a 300 kilómetros de la frontera pero con muchos migrantes empleados en agricultura, «hay miedo y confusión», admite. Pero confía en que «existen organizaciones católicas que hacen una labor muy buena de incidencia en Washington. Trabajamos con todos los gobiernos».

McElroy (derecha) con su predecesor, el cardenal Gregory, el 6 de enero
McElroy (derecha) con su predecesor, el cardenal Gregory, el 6 de enero. Foto: CNS.

Otra voz firme de la Iglesia será la del cardenal Robert McElroy, hasta ahora arzobispo de San Diego y nombrado para la capital el 6 de enero. Tiene una formación idónea, pues es graduado en Historia Americana y doctor en Ciencias Políticas. En rueda de prensa, se mostró conciliador: «Rezo para que el Gobierno» y la clase política «trabajen juntos para mejorar verdaderamente nuestra nación». También reconoció que «un país tiene derecho a controlar sus fronteras». Pero una deportación masiva sería «incompatible con la doctrina católica».

«La Iglesia tiene una voz poderosa que no hay que subestimar», subraya White, pero opina que puede perder fuerza por «las divisiones internas» entre obispos. Seitz quita importancia a esta cuestión: «El magisterio es el que es. No hay diferencias fundamentales, sino de enfoque sobre cómo priorizar los temas».

El obispo ucraniano invitó a Trump a su país

«Casi todo» el millón y medio de ucranianos de Estados Unidos ve la «necesidad urgente de apoyo continuado, defensivo y humanitario» a su país, subraya Borys Gudziak, metropolita de la archieparquía católica ucraniana de Filadelfia. Trump ha anunciado que se reunirá con el presidente ruso «muy rápidamente». Su plan de paz implica, como ha apuntado su enviado especial para Ucrania, Keith Kellogg, cesar la ayuda militar a Kiev para forzar una negociación. «Espero que el presidente electo reconozca» que «la ocupación rusa será devastadora para la comunidad global» y «su responsabilidad de sostener el orden mundial», subraya Gudziak. Así se lo transmiten continuamente los católicos ucranianos en el país a políticos a todos los niveles. Él mismo conversó con Trump en octubre y lo invitó a su nación. También el primado grecocatólico, Sviatoslav Shevchuk, dedicó varios días de marzo a esta labor y tuvo «conversaciones significativas con quienes tenían dudas».