La Iglesia rescata a autónomos y pequeñas empresas afectadas por la pandemia
La diócesis de Osma-Soria ya ha entregado los primeros 10.000 euros de su fondo de emergencia
El pasado 1 de abril, el obispo de Osma-Soria, Abilio Martínez Varea, anunciaba a través de una carta la creación de un fondo diocesano extraordinario de solidaridad con el objetivo de paliar la situación de trabajadores y autónomos que hubiesen perdido el trabajo, así como ayudar a los negocios familiares que se encontrasen en dificultades por la pandemia del COVID-19 en la diócesis.
Poco más de un mes después, el 11 de mayo, se constituía oficialmente ese mecanismo con un total de 175.000 euros, aportados por la propia diócesis, el seminario diocesano y la Cáritas Diocesana, además de aportaciones de sacerdotes, comunidades de vida religiosa…
Y dos semanas después de la constitución, el 25 de mayo, la comisión gestora repartía en su primera reunión los primeros 10.000 euros del fondo para dos pequeñas empresas y siete autónomos. Una comisión en la que participan Gabriel Ángel Rodríguez, vicario general; José Sala, ecónomo del seminario; Juan I. Yagüe, ecónomo de la diócesis; Francisco Javier Ramírez de Nicolás, director de Cáritas diocesana, y Alberto Martín, administrador de Cáritas y del fondo.
Requisitos
Para acceder a estas ayudas, que son a fondo perdido, hay una serie de requisitos. Solo se pueden beneficiar de ellas empresas de menos de diez trabajadores, empresas familiares donde el 50 % del capital esté en manos de uno o varios miembros de una misma familia y autónomos. Además, tendrán que justificar una reducción del 75 % en la facturación e incluir una declaración jurada con el compromiso de no destinar la ayuda a pagar indemnizaciones o finiquitos para el despido de personal, ERTE o cualquier otra operación de reducción de plantilla. Todos tendrán que desempeñar su actividad en la provincia de Soria.
En conversación con Alfa y Omega, Alberto Martín explica que estas ayudas económicas buscan cubrir las «necesidades más inmediatas» y trabajan para que lleguen lo más rápido posible. De hecho, dos días después de aprobar las primeras solicitudes, los beneficiarios ya tenían el dinero en su cuenta bancaria. En concreto, esta dotación les ayudará a cubrir las necesidades más importantes para la reapertura de su actividad laboral. De hecho, los nueve expedientes estudiados están afectados por ERTE o por cese de actividad de autónomos.
El administrador del fondo explica que la recepción de los casos tiene, evidentemente, una parte más burocrática –la de rellenar una solicitud, presentar documentos…–, a la que sigue una acogida personal. También la hace Alberto Martín, que se encuentra cara a cara con los que vienen a pedir ayuda. «Comparto con ellos sus preocupaciones, la incertidumbre, pero también la esperanza. Son situaciones muy difíciles», explica.
El factor vergüenza
A veces, incluso tiene vestirse el uniforme de psicólogo. «Muchos vienen con vergüenza, diciendo que no habían pedido en su vida… Yo intento hacerles ver que esto ha sido una situación sobrevenida, que no ha habido una mala gestión. La empatía es muy importante». Aunque también se encuentra con el agradecimiento de la gente, que es «reconfortante». «Somos para muchos la única ayuda, el único punto de luz al que agarrarse».
Hasta el momento, explica Martín, han recibido en torno a 25 solicitudes y que tienen que ver con distintos sectores económicos, aunque la hostelería es el más recurrente. Por ejemplo, de las nueve peticiones ya atendidas, cuatro eran de este área. «Aquí, en Soria, vivimos muchos del turismo, tanto rural como urbano, de los bares…», añade. Otros negocios afectados son tiendas de ropa, negocios de seguridad privada o fotografía…
De cara al futuro, el administrador del fondo prevé que sigan aumentando el número de solicitudes. Ahora y también tras el verano, una vez acabe la temporada alta y la actividad decaiga: «Aunque 175.000 euros parezcan muchos, las necesidades los van a superar y queremos ayudar al mayor número de personas». Por eso, reclaman colaboración ciudadana, porque cualquier aportación, añade, será «bien recibida y bien servida».