La Iglesia pide una regularización masiva de migrantes tras los efectos del COVID-19
Fabio Baggio, subsecretario del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral defiende esta medida en el Foro de Migraciones y Movilidad Humana organizado por la Comisión de Migraciones de la Conferencia Episcopal y la Universidad Pontificia Comillas
Este miércoles ha tenido lugar una nueva edición del Foro Migraciones y Movilidad Humana, organizado conjuntamente por la Comisión de Migraciones de Conferencia Episcopal Española y el Instituto Universitario de Estudios para las Migraciones de la Universidad Pontificia Comillas. Dos horas de evento virtual durante el que se ha reflexionado sobre los efectos que el COVID-19 ha tenido sobre los migrantes y ha abordado algunos de los desafíos que afronta este fenómeno.
La conclusión es clara: los migrantes han sido uno de los colectivos más golpeados por los efectos de la pandemia. Solo hay que echar un vistazo a la situación de los temporeros o de las empleadas de hogar, trabajos realizados fundamentalmente por personas que han llegado del extranjero buscando una vida mejor.
Luis Argüello, secretario general de la CEE, abrió el encuentro poniendo de manifiesto las contradicciones que se han vivido en los últimos tiempos con los migrantes: «Tenemos necesidad de mano de obra para recoger la fruta, pero luego se les echa en cara que propician los contagios». En este sentido, el también obispo auxiliar de Valladolid defiende una sociedad de la vinculación, la interdependencia y la fraternidad.
Fabio Baggio, subsecretario del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, puso las bases para la reflexión y destacó que el COVID-19 ha provocado una reducción los flujos migratorios, pero, por contra, ha incrementado las mafias. También ha supuesto discriminaciones y exclusión para este colectivo.
Además, señaló que cuando termine esta crisis los flujos migratorios van a crecer masivamente, pues son muchas las personas que buscarán soluciones a la crisis económica, una situación que se va a extender, añade el misionero scalabriniano, durante mucho tiempo. También prevé que muchos países aumenten el proteccionismo, de modo que restrinjan las entradas para favorecer así a sus nacionales. Una circunstancia, esta última, que podría provocar nuevos y más numerosos canales irregulares y, por tanto, «dar más víctimas a las mafias».
En este sentido, Baggio recalcó la postura de la Santa Sede con respecto a algunas cuestiones. Así, reclamó una regularización masiva en estas circunstancias, porque «puede ser una solución beneficiosa para todos»; pidió que se siga poniendo el foco en crisis humanitarias que ya existían antes de la pandemia y que siguen existiendo; promoviendo alternativas a la detención de inmigrantes, que, en su opinión, las hay; y defendiendo la dignidad de los trabajadores migrantes.
«Esta crisis constituye una oportunidad para cambiar el sistema. El sistema mundial económico y social ha revelado muchos fallos, con discriminaciones y asimetrías en la distribución de recursos muy evidentes. Hay que afrontar esta situación para volver con otra idea de sociedad y sistema internacional», explicó.
«Los políticos han fallado»
Tras esta intervención, Fernando Vidal y Sebastián Mora, ambos profesores de la Universidad Pontifica Comillas respondieron al pregunta sobre el efecto del COVID-19 en el fenómeno migratorio, la pastoral social y la sociedad española.
Para Vidal, la pandemia ha supuesto «una gran movilización de conciencia, una contemplación lenta y larga del mundo». «Hemos contemplado cómo somos con nuestras capacidades e impotencias», dijo. Puso en valor la aportación de la sociedad civil a través de los profesionales, los vecinos… pero advirtió de «un déficit muy grave» a nivel de nuestros políticos. «Son los que más han fallado», afirmó. En este sentido, y ante una «ausencia de referentes morales» ve necesaria una mayor presencia de la Iglesia y sugirió con urgencia que los obispos publiquen una carta pastoral sobre la reconstrucción.
Por su parte, Sebastián Mora señaló que el coronavirus no ha cambiado todas las cosas, pero sí ha cambiado el sentido de verlas: «No han cambiado algunos de los procesos productivos, pero les estamos dando significado de una manera distinta».
En este sentido, apuntó que el COVID-19 está siendo un acelerador de procesos ya abiertos: «La pandemia vírica se ha convertido en una pandemia social. Se ha cebado en las realidades en las que ya había problemas». En el caso de los migrantes, subrayó que la crisis ha demostrado que «la exclusión, la injusticia y la conculcación de derechos no es una excepción, sino la regla». Con todo, planteó varias oportunidades pastorales: reconstituir los espacios antropológicos y repensar la presencia pública de la Iglesia.
Los desafíos del futuro
En la segunda parte de la jornada tomaron la palabra el cardenal arzobispo de Rabat, Cristóbal López, y Sergio Barciela, técnico de Cáritas Española, para hablar sobre lo que se ha hecho bien durante la pandemia y los desafíos de la reconstrucción.
El purpurado puso en valor la acogida y la asistencia que ha ofrecido la Iglesia a los migrantes durante este tiempo, especialmente en Marruecos, que es donde se encuentra. «Hemos aliviado la terrible situación en la que se encontraban los migrantes cuando empezó el confinamiento y hemos apagado algunos fuegos», añadió.
En su opinión, el futuro pasa por reforzar la fraternidad universal, tal y como propone el Papa Francisco. En este sentido, reclamó un nuevo sistema mundial que supere «los nacionalismos raquíticos, miopes y egoístas». También abogó por un «cambio de mentalidad sobre las movilidad y las migraciones», que «hay que dejar de verlas como un problema para hacerlo como un fenómeno consecuencia de varios problemas».
Para Sergio Barciela, los efectos más negativos de esta crisis son los que indican cuáles son los desafíos a los que responder. Habló de una defensa de la regularización masiva ante el crecimiento de personas en situación de irregularidad, de la gestión adecuada de las solicitudes de protección internacional, de la realidad vinculada a la vivienda —muchos migrantes viven en condiciones lamentables—, la protección de los menores o las expulsiones sumarias en frontera.
Durante el encuentro, han sido muchas las voces que han agradecido a José Luis Pinilla su labor al frente del secretariado de Migraciones de la Conferencia Episcopal durante los últimos años, ahora que abandona el cargo. Él mismo fue el encargado de cerrar este foto. Lo hizo con unas palabras de Julio Cortázar: «Yo quiero proponerle a usted un abrazo, uno fuerte, duradero, hasta que todo nos duela. Al final será mejor que me duela el cuerpo por quererle, y no que me duela el alma por extrañarle».