La Iglesia ucraniana analiza en Roma su atención a las víctimas de la guerra

La Iglesia grecocatólica ucraniana analiza en Roma su atención a las víctimas de la guerra

El Sínodo de los obispos grecocatólicos se reunirá con el Papa Francisco. El domingo, fieles ucranianos peregrinarán a Roma desde diversos lugares

María Martínez López
Sínodo grecocatólico de Ucrania
El arzobispo mayor Shevchuk durante la apertura del Sínodo, el pasado domingo. Foto: Secretariado del Arzobispado Mayor en Roma.

El «Sínodo de la esperanza». Así ha bautizado la Iglesia grecocatólica ucraniana el encuentro de casi todos sus obispos —45 de 55— en Roma, que comenzó el pasado domingo. Esta cita, convocada dos veces al año, se celebra por segunda vez de forma presencial desde la invasión rusa. Hace un año se celebró en Polonia, y también ha habido dos encuentros virtuales.

Esta reunión del Sínodo es especialmente importante porque el próximo miércoles los obispos podrán reunirse con el Papa Francisco. Además, el domingo 10 de septiembre fieles ucranianos peregrinarán a Roma desde diversos lugares para participar en la Divina Liturgia que acogerá la basílica de San Pedro. Podrán también recibir el aliento de Sviatoslav Shevchuk, arzobispo mayor de Kiev y primado de esta Iglesia en comunión con Roma. «Es relevante porque es una figura muy carismática, con una gran fuerza espiritual», explica a Alfa y Omega Andrés Martínez Esteban, vicario general del Ordinariato para los católicos orientales en España y único participante no ucraniano.

Martínez Esteban explica que, a pesar de las circunstancias, la atmósfera entre los obispos ucranianos es «muy buena, muy animada. Son personas de gran fortaleza», al igual que su pueblo, y «con una fe muy fuerte». Subraya sobre todo cómo «el arzobispo mayor Shevchuk siempre me sorprende: te recibe con una sonrisa, con una mirada muy limpia, siendo un hombre que está perseguido».

Esta actitud la comparte el resto de obispos. «Me explicaban estos días que la situación es muy difícil y hay mucha desesperanza porque todo se alarga demasiado». Con los meses, la incertidumbre crece. «Pero al mismo tiempo ven que esto está sirviendo para que los que ya son católicos se arraiguen y crezcan en su fe, y los que no lo son se acerquen a ella».

Diagnóstico sobre los refugiados

En cuanto a su labor, «la Iglesia se ha organizado ya para vivir la pastoral en un ambiente de guerra». El tema del encuentro, por ejemplo, es La asistencia pastoral a las víctimas de la guerra. Entre ellas, además de los millones de desplazados que acuden a las parroquias, están los heridos en los combates y los bombardeos. En este ámbito, explica el sacerdote español, la Iglesia está haciendo una importante labor. «Los sacerdotes diocesanos que pueden están yendo en las ambulancias para, al tiempo que ayudan materialmente» a los profesionales sanitarios, «asistir espiritualmente a los heridos».

Otra de las prioridades de la Iglesia grecocatólica son los ucranianos refugiados en otros países. Durante su Sínodo, se va a intentar tomar el pulso a «cuántos han llegado a los distintos países, si están atendidos o no y si hace falta enviar más sacerdotes». En el caso de España, continúa Martínez Esteban, no se ha notado una necesidad mayor porque gran parte de los refugiados ucranianos son ortodoxos, y por tanto no acuden a las comunidades grecocatólicas.

El vicario general del Ordinariato católico oriental añade que otro de los temas que se abordarán durante el encuentro en Roma serán las implicaciones de la decisión que tomó el Sínodo en febrero de cambiar la fecha de celebración de la Navidad y del resto de fiestas no móviles —las que no están relacionadas con la Pascua—. Así, desde este año celebrarán el nacimiento de Jesús el 25 de diciembre, de acuerdo con el calendario gregoriano, y no el 7 de enero —que corresponde al 25 de diciembre en el calendario juliano—. A finales de julio Ucrania aprobó una ley para que su festivo oficial de Navidad sea el 25 de diciembre, en un intento más de distanciarse de Rusia. También la Iglesia ortodoxa de Ucrania está avanzando en este sentido.

Martínez Esteban está en Roma en representación del cardenal Carlos Osoro, ordinario de los católicos orientales en nuestro país. La Iglesia grecocatólica ucraniana tiene obispos propios en muchos países de América y Europa. «En España, como no hay una eparquía, todos los sacerdotes de ritos orientales tienen como obispo propio al cardenal Osoro». Pero se trabaja en una estrecha colaboración. «Cuando necesitamos un sacerdote, nos ponemos en contacto con el Departamento de Migraciones de la Iglesia grecocatólica ucraniana» y es este el que lo selecciona y lo prepara.

«Una piedra en el zapato»

Durante la celebración que inauguró el Sínodo de la Iglesia grecocatólica el pasado domingo, su primado, Sviatoslav Shevchuk, compartió su tristeza al constatar que existe una mentalidad según la cual muchas personas en el mundo podrían vivir una vida más feliz y pacífica si Ucrania no existiera. Algunos pueden percibirla como «una piedra en el zapato». Y, en efecto, señaló que lo son «para aquellos que quisieran concentrarse en sus asuntos terrenales» ignorando la invitación de Dios a construir su Reino. En este contexto, continuó, «hoy Ucrania, nuestra Iglesia y todos los que defienden la verdad, el derecho a la vida y a la existencia, solo pueden poner su esperanza en Dios».

El arzobispo mayor manifestó su esperanza de que el encuentro en Roma sea una ocasión en la que el Espíritu Santo se manifieste. Confía además en que les sirva de altavoz para lograr el objetivo «crucial» de que «el mundo escuche la verdadera historia de Ucrania, así como la de Rusia y Europa del este, no la versión escrita por los imperialistas colonizadores».

Otra razón para la esperanza es el encuentro que está previsto para el próximo miércoles con el Papa Francisco. «El Santo Padre es un gran maestro de la escucha y de los gestos. Quiere escuchar al Sínodo de los obispos ucranianos», y por eso les ha dedicado un amplio tiempo en su agenda.

Durante su saludo, el el cardenal electo Claudio Gugerotti, prefecto del Dicasterio para las Iglesias Católicas Orientales, afirmó que mirando a los obispos veía en ellos «las imágenes de los que han muerto, de los que han sido asesinados, de los que han sufrido y siguen sufriendo» en una guerra «atea» y un «asesinato de Dios», que muere en cada inocente.