Luis Domingo Gutiérrez: «La Iglesia dejó las sacristías y se lanzó a la misión» - Alfa y Omega

Luis Domingo Gutiérrez: «La Iglesia dejó las sacristías y se lanzó a la misión»

Don Luis Domingo Gutiérrez, hoy vicario de la Vicaría Territorial II de la archidiócesis de Madrid, fue testigo de lo que él llama la refundación de Madrid. A los 25 años, fue nombrado secretario del arzobispo don Casimiro Morcillo y pudo ver al prelado madrileño dar un vuelco a su diócesis. Los aires del Concilio llegaron a Madrid, a la vez que miles de personas de todos los puntos de España

José Calderero de Aldecoa
El día de su entrada en Madrid, 9 de mayo de 1964, el nuevo arzobispo monseñor Morcillo bendice al pueblo en la Plaza Mayor

Don Casimiro llegó a Madrid tras el Vaticano II y se dice que lo revolucionó. ¿Llegaron así a Madrid los aires del Concilio?
El mayor fruto del Concilio en Madrid fue su gran Plan Pastoral, que dio la vuelta a la diócesis de Madrid. Y con él llegó, lo que yo llamo, la refundación diocesana, porque no tenía nada que ver con lo anterior. Madrid estaba anclada en el pasado y con criterios anteriores al Concilio. Don Casimiro la reactivó con criterios conciliares.

En el Plan Pastoral, se estableció la creación y la división de las parroquias para atender a los miles de nuevos habitantes de Madrid. Otra gran idea fue que las iglesias de los religiosos se convirtieran en parroquias. Todos accedieron a pesar de la carga que suponía para ellos. También les pidió a los religiosos que crearan parroquias en los suburbios, y allí se fueron.

Así, en unos pocos meses, creó más de 200 parroquias, ¿eran necesarias tantas?
En Madrid, fueron los años de su desarrollo, de la industrialización. Y empezó a llegar a Madrid gente de todos los puntos de España, sobre todo del campo. Madrid creció enormemente. Para atender a todas esas personas había parroquias muy grandes. Por ejemplo, la parroquia de san Pablo tenía 90.000 feligreses. La idea fue dividir las grandes Iglesias y dotar de nuevos templos a los nuevos núcleos urbanos.

Entonces se hizo un estudio muy detallado para dividir Madrid. Cada parroquia debía tener unos 10.000 habitantes. Entonces, claro, hubo de todo. Se crearon muchas parroquias en locales comerciales. Unos, incluso, comenzaron en un bar. Celebraban la Misa en el bar porque no tenían otro sitio. El dueño se lo cedió, provisionalmente, con un pequeño despachito.

¿Cuál era la cualidad que más le llamó la atención de don Casimiro?
La que más, sin duda, el trabajo. Él tenía un lema episcopal: Me gastaré y me desgastaré. Tanto trabajó que yo creo que se agotó y murió a los 67 años. Es el obispo madrileño que ha muerto más joven. En el Concilio me consta que un día dormía y el otro velaba. Y en Madrid me consta que hacía la mismo. Hubo muchas noches que se las pasó sin dormir, trabajando.

Hoy que se habla tanto en la Iglesia de salir en misión, en el año 65, ¿la Iglesia de Madrid salió en misión a su propia diócesis?
Desde luego. De hecho, por aquel entonces nació el Camino Neocatecumenal, una corriente muy importante de espiritualidad seglar a la que don Casimiro ayudó e impulsó. Por aquel entonces Kiko Argüello se dio cuenta de que tenía una vida bastante burguesa, rompió con todo eso y se fue a vivir a una chabola en el Cerro del Tío Pío. Poco después se presentó en el arzobispado para hablar con don Casimiro. Después de la reunión, el arzobispo decidió ir a verle a la chabola sin ningún tipo de acompañamiento. Allí dijo unas palabras, tras las cuales comenzaron a formarse las comunidades neocatecumenales.

¿Kiko fue el único que se fue a los suburbios de misión?
No, no, también fueron los de la Obra de la Iglesia, los de Hermandad es del Trabajo, etc. Fue el momento de la salida de la Iglesia. Los católicos dejaron de estar en las sacristías y en las parroquias y empezaron a salir en misión con la gente.

Don Casimiro también era muy amigo del fundador del Opus Dei, san Josemaría Escrivá, que hay muchos que no lo saben, pero también empezó en Vallecas, entre los pobres. Se hacía un apostolado de salida.

¿Qué ventajas ofrece, y ofreció entonces, tener tantas parroquias?
Una comunidad cristiana, sin templo, pierde mucho. La parroquia es un referente, es un lugar de evangelización. No quiero identificar evangelización con la materialidad de una parroquia pero es una ocasión casi única. De hecho, allí donde no se hacen templos, la gente se ha descristianizado. No tienen lugar de referencia. Además, la parroquia evangeliza de una manera global, atiende todas las necesidades de la gente.

¿También las necesidades sociales?
Es una doble ventaja. Las parroquias ahora están soportando, junto con las familias, el peso de la crisis. Por ejemplo, las 52 parroquias que hay en esta vicaría están sosteniendo a la gente golpeada por la crisis y se está haciendo, sobre todo, con los recursos de los feligreses y con los voluntarios de la misma parroquia. Las parroquias, al ser parroquias abarcables, pueden atender a la gente que acude a pedir ayuda. El tener una parroquia cerca hace posible que la crisis haya sido superada, o por le menos, que no golpee tanto a la sociedad.

Me imagino que también habría algún momento malo en esos años…
La secularización de los sacerdotes. Se salieron muchos. Hubo desbandada porque entendieron mal el Concilio. Ese fue el mayor dolor de don Casimiro.