La Iglesia busca aliados contra «los discursos del miedo»
Obispos, delegados diocesanos de Migraciones, asociaciones de inmigrantes, ONG católicas y laicas… La Conferencia Episcopal y la Universidad Pontificia Comillas organizaron un encuentro con uno de los responsables de la Sección de Migrantes y Refugiados del Vaticano para compartir experiencias y tejer alianzas contra «los discursos del miedo»
¿Cómo cambiar el discurso público sobre de las personas migrantes? ¿Cómo generar un discurso alternativo que contrarreste los mensajes negativos del populismo? Michael Czerny, jesuita checo-canadiense, confiesa que esa ha sido su «obsesión» desde que Francisco lo llamó a Roma, junto al argentino Fabio Baggio, para hacerse cargo a finales de 2016 de la Sección de Migrantes y Refugiados del Vaticano, a las órdenes directas del Sumo Pontífice. Pronto, sin embargo –añade–, en el departamento comprendieron que esta es una guerra de guerrillas. La batalla hay que darla a nivel local.
La Santa Sede fue el mayor impulsor del Pacto Mundial sobre Migración, suscrito por 164 países en diciembre de 2018 en Marrakech. Las propuestas presentadas por la Iglesia en la ONU, los 20 puntos de Acción Pastoral, eran a su vez una guía para que los episcopados hicieran un trabajo de lobbyante sus respectivos gobiernos, incidiendo en aquellos puntos que cada cual considerara «más relevantes» para su situación particular, ya fuera como países de origen, tránsito o destino de las migraciones. E incluso «añadiendo otros puntos, si es necesario», según se lee textualmente. Nunca antes, destacó Czerny, se había dejado en documento vaticano tanta libertad de acción a las Iglesias particulares.
Toca ahora toca seguir haciendo incidencia política para que los gobiernos implementen lo firmado. Y las Iglesias particulares –constata el Vaticano– se encuentran con fuertes oposiciones que solo podrán vencer si trabajan en red, por descontado entre organizaciones católicas, pero también uniendo fuerzas con ONG y otras entidades sociales que promuevan similares objetivos.
Este era el sentido del foro organizado los días 19 y 20 de julio por la Comisión Episcopal de Migraciones y la Universidad Pontificia de Comillas en la sede la Conferencia Episcopal (CEE). No era el primer encuentro en España de estas características, pero sí el más nutrido y plural hasta la fecha. Junto al secretario general de la CEE, Luis Argüello, y otros tres obispos (el de Vitoria –Juan Carlos Elizalde–, el emérito de Albacete –Ciriaco Benavente– y el auxiliar de Madrid José Cobo), participaron delegados diocesanos y representantes de organizaciones de Iglesia como CONFER, Cáritas, Justicia y Paz y Pueblos Unidos, además de responsables de asociaciones de inmigrantes y ONG laicas. Fue, sobre todo, una puesta en común de preocupaciones, estrategias y buenas prácticas. Desde cómo responder a «los retrocesos en los derechos» de los migrantes por los cambios políticos en algunos ayuntamientos y comunidades autónomas, a cómo hacer frente a la infiltración de pequeñas mafias en los recursos de primera acogida, el debate se movió en parámetros muy prácticos. A cada petición de una intervención directa de Roma en alguna cuestión –surgieron ideas como un repique de campanas para difuntos simultáneamente en todas las iglesias de los países a ambos lados del Mediterráneo en recuerdo de las personas ahogadas en el mar–, Michael Czerny sistemáticamente animaba al autor de cada propuesta a tomar la iniciativa y a redactar «un borrador» de discurso para facilitar que el Papa se sumara a la idea. «Parece un jesuitismo [un intento de esquivar la pregunta], pero no lo es», dijo. «Es puro Vaticano II. Esa es la Iglesia que queremos. Pedirle al Papa que haga él las cosas, eso es la Iglesia anterior al Concilio, la que no queremos».
Claro que esa misma Iglesia adolece hoy de una importante debilidad. «Nadie ha hablado en el mundo con tanta claridad» a favor de los derechos de los migrantes como Francisco, dijo un representante de la ONG Save the Children. Sin embargo, «el populismo xenófobo, al menos en España, nace de sectores que se reconocen ampliamente católicos y es amplificado por medios de comunicación que dicen ser afines a las posturas católicas».
Hubo, en general, mucho cuidado en distinguir a las víctimas de los responsables de «los discursos del miedo». Vicente Martín, delegado episcopal de Cáritas Española, se refirió a «las personas mayores en nuestras parroquias» que, ante las migraciones, «se sienten confusas y amenazadas». «Sus miedos serán infundados, pero los tienen. Hay que aprender a escucharlos antes que recriminarles sus actitudes», dijo. La solución, cree, es «generar espacios de encuentro» como los que ha puesto en marcha en varias parroquias de Madrid la red intraeclesial Mesa por la Hospitalidad, en los que grupos de voluntarios se encargan del alojamiento, acompañamiento y atención a extranjeros, facilitando su integración en la comunidad local.
Juicio más duro se dio a algunos medios digitales que, aunque se presentan como católicos, han adoptado una línea hostil contra el Pontífice; portales tal vez desconocidos para el público generalista pero influyentes en las curias diocesanas, donde no falta quien jalee sus mensajes xenófobos. Un profesor de Comillas leyó algunos titulares de las últimas semanas: «Europa se rompe por los inmigrantes»; «El Papa vuelve a hacer campaña por la inmigración masiva»; «Una llamada del Papa podría haber decidido la inmigración masiva en Italia»…
Para Czerny esta cuestión no se puede separar hoy de la que, a su juicio, es el verdadero «pecado original» en los países ricos: «la crisis de 2008 ha quedado impune»; «los responsables de la crisis son hoy más ricos que nunca, y el resto somos más pobres, y tenemos motivos para tener menos esperanza en el futuro que antes». Se ha producido «un atropello muy grave al bien común», camuflado con «mentiras contra los migrantes», convertidos en «chivos expiatorios», mientras «nuestros gobernantes son incapaces de exigir responsabilidades» a los verdaderos culpables. En definitiva, «los migrantes no importan». La xenofobia es solamente instrumental. «Lo que importa es el encubrimiento del crimen que se ha cometido. Y todo esto –aclaró– lo digo sin ninguna emoción, con la cabeza muy fría».