La historia del cristianismo en Francia. Católica y perseguida
Francia se dispone a vivir, este domingo, su fiesta nacional, aniversario de la Revolución Francesa. Hoy, como aquel 14 de julio de 1970 en que fue tomada la Bastilla, son muchos los que afirman que «no se puede construir un país libre con la religión católica», y que «es necesario inventar una nueva religión republicana: el secularismo». Si el movimiento Manif pour tous muestra que la fe católica sigue viva y fuerte, el relato de Una familia de bandidos en 1793 (ed. Gaudete) desvela uno de los episodios más edificantes de la Iglesia en Francia: la Guerra de la Vendée. Es un auténtico tratado espiritual ante la persecución
«Yo pronto os voy a faltar…, pero Dios nunca os va a faltar»: así se despide de sus nietos madame Marie Sainte Hermine de Rambure, una aristócrata francesa que vivió y sufrió la terrible persecución religiosa que siguió a la Revolución Francesa. Dejó sus recuerdos por escrito en el libro Una familia de bandidos en 1793, que publica ahora en España la editorial Gaudete. El relato de lo que sucedió a la familia Rambure es la confirmación de que la señal de los cristianos no es otra que la cruz y la persecución hasta la muerte.
En nombre de la Libertad, igualdad, fraternidad, se consolidó en la Francia de finales del XVIII un régimen totalitario y anticristiano: se nacionalizaron los bienes del clero, se suprimieron las Órdenes regulares y se exclaustró a todos los religiosos y religiosas, se instituyó la elección de obispos y sacerdotes por una asamblea de ciudadanos, y se obligó al clero a jurar la nueva Constitución laicista, condenando a muerte a todos los sacerdotes refractarios. Para marzo de 1793, estaba prohibido el culto en toda Francia.
Por ello, en la región de la Vendée, al oeste del país, se produjo un levantamiento popular y contrarrevolucionario que la República aplastó de manera cruenta: 120.000 personas (el 15 % de la población de la región) fueron exterminadas: obispos, sacerdotes, niños, mujeres y hasta familias enteras fueron detenidos, torturados y masacrados.
Sin embargo, detrás de todos estos acontecimientos estaba la mano de Dios, como testimonian los recuerdos de Marie Sainte Hermine de Rambure: «La Providencia nos destinaba a muchos sufrimientos. Vivíamos ocultos día y noche en los más profundos escondrijos. Aquellos tiempos de persecución eran muy difíciles, pero la prueba nos une a Dios de una manera especial. Creo que nunca he orado más de corazón que cuando recibía los sacramentos en un paraje agreste, o en un establo».
Su experiencia es la del fiel que ve superadas sus fuerzas, para dejar su vida en manos del Único que la puede salvar: «Al llegar la persecución, allí estará la gracia, en el momento oportuno, dispuesta a hacer posible lo que parece imposible a la naturaleza». Y saca una enseñanza válida también para hoy: «Los que bien oran, jamás serán apóstatas».
Para bien de los que Le aman
Al despedirse de sus nietos, madame de Rambure repite:
«Conservad siempre la fe por la que murieron vuestros antepasados. Es el bien más precioso».
Ella descubrió que, detrás de todo acontecimiento, está la Providencia, y que en todo interviene Dios para bien de los que le aman. Así lo testimonia:
«Al leer la historia de los vuestros, que tanto sufrieron aquí abajo, comprenderéis mejor que sólo existe una desgracia irreparable: hacer traición al deber y perder el alma.
Comprenderéis que los mayores males de esta vida no duran siempre, y que el cristiano debe tener de continuo, durante su peregrinación en este mundo, levantados los ojos al cielo, donde está el único galardón que merece atraer nuestros deseos. Dios os conceda la gracia de comprender que todo aquel que pone esto en práctica ha hallado la verdadera paz y el camino del Paraíso».
Juan Charruau
Gaudete
2008
320
19,50 €