La gran esperanza de los obispos mediterráneos
Tres jóvenes españoles participaron la pasada semana en el Consejo de Jóvenes del Mediterráneo, encuentro en el que han conocido las diferentes tradiciones litúrgicas de sus vecinos y trabajado en líneas comunes
«Aquí hay alguien de Argelia que no puede decir en el ámbito político que es cristiano y otro de Túnez que no tiene una comunidad porque su país solo tiene una diócesis», cuenta la madrileña Pilar Shannon. Ella es una de los tres españoles que han viajado a Florencia para participar en la primera edición del Consejo de Jóvenes del Mediterráneo, del que acaba de ser elegida presidenta. Allí ha conocido a católicos de contextos muy diferentes al suyo. «Los de Siria pueden vivir su fe pero están en una situación difícil y los de Irak han sufrido persecuciones».
Como ella, otros 35 jóvenes designados por las conferencias episcopales de 18 países se dieron cita hasta el pasado lunes en lo que Shannon define como «un espacio de encuentro y diálogo». Aparte de los ya mencionados, había chicos de Francia, Italia, Eslovenia, Bosnia y Herzegovina, Croacia, Grecia, Armenia, Albania, Palestina, Chipre, Malta y Turquía. También del Líbano, quienes llevaron representantes de la Iglesia católica romana, la Iglesia católica armenia, greco-melquitas, siríacos, maronitas y caldeos. «A la hora de vivir las celebraciones tenemos ritos distintos, pero todos tenemos la misma fe», cuenta la madrileña.
Coincide con ella Daniel Díaz-Rincón, toledano vinculado a Acción Católica General y también representante español en el evento. «Cada uno ha expuesto su forma de vivir la fe, cómo están los católicos de su país y qué sensaciones tiene». Hace hincapié en un momento especialmente bonito en el que todos los participantes rezaron vísperas pronunciando cada uno el padrenuestro en su idioma. «La liturgia de las horas es común en todos los ritos, igual en la Iglesia católica romana que en la armenia». Independientemente de sus tradiciones, ve muy claro en los participantes un deseo común «de fortalecer la fe y el encuentro con Jesucristo».
Gianluca Marchetti, subsecretario de la Conferencia Episcopal Italiana (CEI), explica que el Consejo de Jóvenes del Mediterráneo es un paso más de «un largo camino» iniciado en 2020 con el encuentro del Papa con 58 obispos en Bari para identificar las necesidades de los territorios y generar cohesión. Los prelados posteriormente celebraron más cumbres en Cinque Terre o el 2022 en Florencia, donde firmaron junto a decenas de alcaldes una carta con compromisos por el bien común y de la que nace este encuentro de jóvenes menores de 29 años. El italiano considera que los miembros del Consejo de Jóvenes del Mediterráneo están llamados al servicio público y a desactivar la polarización en Europa y el norte de África. Pone como ejemplo al antiguo alcalde de Florencia Giorgio La Pira, un devoto democristiano con un sueño de paz para el Mediterráneo. Y subraya el encargo que el arzobispo Paul Richard Gallagher hizo a los jóvenes durante su fugaz paso por Roma de «formar parte de su propio país». «La política no es fácil y el Papa dice que uno debe mancharse las manos y ponerse a la faena, requiere la valentía de mirar a los demás como personas». El subsecretario de la CEI cree que «cuando el día de mañana algunos de ellos tengan un cargo político, tendrán una mejor relación» aunque provengan de trasfondos muy diferentes. «Nuestra esperanza es que construyan una historia compartida y sus naciones también». Y celebra que durante estos días se hayan dotado de una estructura más clara con cargos temporales para seguir desarrollando iniciativas. «Simplemente ver a estos chicos abrirse y hablar entre ellos es un milagro al que no se le debe quitar importancia».
Con un enfoque más modesto, la recién elegida presidenta sostiene que «somos conscientes de que no vamos a resolver ningún problema político porque no somos presidentes de ningún país, pero sí podemos promover encuentros que alimenten el deseo de los jóvenes de crear una sociedad más pacífica y un Mediterráneo más unido». Aunque sí reconoce que «una Iglesia más unida y cristianos más comprometidos con su fe puede tener consecuencias en el ámbito social». Por su parte, Daniel Díaz-Rincón considera que «un católico que se ha encontrado con Jesucristo tiene la importante misión de tener presencia pública a través de la política y crear puentes con realidades no católicas». Y asume el reto de desinflar la crispación con ayuda de los católicos de todos los países. «Este consejo tiene como base pensar propuestas ecuménicas con el resto de Iglesias como la evangélica y la ortodoxa». Aunque matiza que el primer paso ha sido ponerse de acuerdo entre católicos de diferentes tradiciones.