La fisioterapeuta de Giussani, Juan Pablo II y Benedicto XVI: «Fue una oportunidad inmensa para mí» - Alfa y Omega

La fisioterapeuta de Giussani, Juan Pablo II y Benedicto XVI: «Fue una oportunidad inmensa para mí»

Jone Echarri ha participado en las II Jornadas de Estudio sobre Luigi Guissani. «Quería saber todos los detalles que sucedían en las sesiones de fisioterapia. En cada ejercicio, me preguntaba: “¿Cuál es el objetivo?”», revela la que fue fisioterapeuta del fundador de Comunión y Liberación

José Calderero de Aldecoa
Jone Echarri, junto a su marido y Giussani, celebrando el 78 cumpleaños del fundador de CL. Foto cedida por Jone Echarri.

Entre el 31 de marzo y el 2 de abril se han celebrado las II Jornadas de Estudio sobre Luigi Guissani, fundador de Comunión y Liberación (CL), que fueron inauguradas por el arzobispo de Madrid, cardenal Carlos Osoro, y en las que también participaron el el obispo emérito de Reggio Emilia-Gustalla, Massimo Camisasca; el doctor en Filosofía del Derecho y Política por la UCM, Ricardo Calleja, o David Blázquez, asesor de Asuntos Exteriores del Congreso de los Diputados.

El encuentro, organizado por Ediciones Encuentro, la ACdP y Universitas, se celebró con el lema Sentire cum ecclesia (Sentir con la Iglesia), algo que Jone Echarri, que intervino en la jornada de clausura, hizo de forma literal y física. Sus manos de fisioterapeuta han trabajado sobre las dolencias del propio Giussani, pero también sobre las de Juan Pablo II y Benedicto XVI. «A mí me sucedía algo especial allí dentro y era tan verdadero que, cuando salía, me invadía un gozo», confiesa.

Las jornadas tratan de profundizar en Luigi Giussani. ¿Cómo era en las distancias cortas? ¿Cómo era ese Giussani, sin sotana, dispuesto a recibir una sesión de fisioterapia?
Yo diría que sobre todo era un hombre, un hombre verdadero, que quería vivir su humanidad hasta el fondo. Él amaba mucho la razón, pero no como medida, sino como apertura para entender todos los factores que componen la realidad. Por eso, quería saber todos los detalles que sucedían en las sesiones de fisioterapia. En cada ejercicio, me preguntaba: «¿Cuál es el objetivo?». Cuando experimentaba un beneficio de sus síntomas, me daba efusivamente las gracias. Me decía: «Yo siempre he pensado que enseñar es el trabajo más bello del mundo, pero ahora tengo mis dudas, porque tu servicio es una respuesta directa al hombre necesitado, sin la cual, no puede expresar lo que tiene en su interior. Tienes una gran vocación que es servir a la obra maestra del creador, que es el hombre».

¿Cuándo le trató? ¿Sufría de alguna dolencia recurrente?
Los efectos secundarios que se derivan de la enfermedad del Parkinson.

¿Fue gracias a Giussani como conoció a Juan Pablo II y a Benedicto XVI?
Si, fue gracias a él. El doctor Buzzonetti, médico personal de san Juan Pablo II, fue informado de que mi especialidad era la fisioterapia neurológica y contactó conmigo para proponerme iniciar el tratamiento de fisioterapia con el Santo Padre. ¡Fue una oportunidad inmensa para mí!

Después de la muerte de Giussani y de san Juan Pablo II, el Papa Benedicto XVI pidió a Buzzoneti un fisioterapeuta para paliar sus dolencias. Él me propuso a mí, y tuve así la gran gracia de conocerle.

¿Compartir la fisioterapeuta habla de la amistad de cada uno de ellos con Giussani?
Sobre todo con el Papa san Juan Pablo II, porque Giussani ya había fallecido cuando fue elegido Benedicto XVI.

Juan Pablo II apreciaba mucho a Giussani porque reconocía que el carisma que el Espíritu le había donado correspondía significativamente a los signos de los tiempos. Era muy consciente del don que suponía el carisma para la Iglesia y para el mundo.

Cada vez que me encontraba con el Papa, pronunciaba mi nombre y después el de Giussani, como para recordarme que él era Pedro, sí, pero sabía que, en un momento determinado de mi existencia, apareció una persona, el fundador de CL, que me generó en la fe en Cristo. Él me recordaba todos los días mi pertenencia al movimiento.

Al mismo tiempo, Giussani tenía una gran estima por el Papa. Le he oído decir en innumerables ocasiones la solemne frase: «Cristo es el centro del cosmos y de la historia». Y después añadía: «¡Qué gran hombre nos ha mandado Dios!». Cada vez que lo repetía se iluminaba su rostro y era una ocasión de memoria de Cristo.

Fueron dos hombres que no dieron por descontado al hombre y anunciaron, con pasión, a Aquel podía responder al deseo de felicidad y plenitud del ser humano. Y esto contribuyó a su amistad.

¿Qué destacaría de las sesiones que tuvo con san Juan Pablo II y con Benedicto XVI?
Los dos tenían un denominador común: fueron hombres totalmente dominados, determinados por la verdad última, es decir, por la realidad de Cristo presente ahora, en la que descubrieron el sentido de todo. ¡De todo!

Cuando les observaba, tenía la clara percepción de que estaban delante de Otro. A mí me sucedía algo especial allí dentro y era tan verdadero que, cuando salía, me invadía el gozo. Además, percibía con claridad que no era solo un sentimiento, sino una experiencia que me empujaba a vivir más intensamente las cosas que después tenía que afrontar: la familia, el trabajo, los pacientes, etc. La memoria de lo que allí sucedía seguía iluminando mi vida. Fueron hombres que me ayudaron a profundizar en mi fe y esto me llevó a vivir mucho más intensamente la realidad.