La figura de Jesús goza de una coherencia excepcional - Alfa y Omega

• Al hilo de mi lectura del libro de A. Leonard (Les raisons de croire), os propongo algunas tesis más sobre la credibilidad de la persona de Jesús. En él viene ofrecida a toda la humanidad real una verdadera esperanza de salvación personal y universal. Las grandes religiones contienen ofertas de salvación diferentes, las principales escuelas filosóficas invitan a un conocimiento capaz de satisfacer las más profundas necesidades humanas. Otras ideologías políticas se encaminan a un futuro terreno mejor. Pero pese a todo, el hombre permanece en la angustia y la duda, en la búsqueda y la insatisfacción más profunda, cuando constata que ninguna de aquellas ofertas puede aportarle el reposo definitivo que anhela en su corazón. Ni el pecado, ni sus aliados el sufrimiento y la muerte, reciben una respuesta satisfactoria en los programas anteriormente enunciados.

• El misterio pascual de Cristo, al contrario, viene a envolver a todo el hombre en una experiencia de salvación radical. Todo el hombre, todos y de todos los tiempos pueden gozar de una vivencia que transforma en los niveles más profundos de la vida, pero también en sus consecuencias más insignificantes, apuntando a lo eterno pero sin olvidar por ello lo temporal. No se dirige el mensaje de Cristo a unos cuantos iniciados –por mucho que sea necesario un camino de catequización-, ni a unas élites selectas por su nivel social, económico o cultural.

• En el misterio de Cristo, todo cuanto tiene que ver con la vida del hombre y de los pueblos ha sido asumido y, al hacerlo, Dios mismo lo ha redimido: el nacimiento humano y la condición corporal, el trabajo y la soledad, el sufrimiento y la fraternidad, la muerte y el anhelo de eternidad. Verdadero Dios, Jesús puede otorgar gratuitamente a la humanidad la vida del cielo; hombre real como nosotros, puede abrazar a cada uno en sus vivencias realmente humanas, para que nadie las experimente en la soledad, sino en su intimidad.

• En efecto, la figura de Jesús goza de un carácter absolutamente único, incomparable, fascinante. Como dice Leonard, una coherencia semejante, tan compleja, tan rica, tan imprevisiblemente vinculada a la realidad histórica pero a la vez tan por encima de cualquier producto de la tierra, no puede responder a una inventiva simplemente humana.

• El peligro que existe, frente a tan complejísimo misterio, Dios hecho hombre para hacer del hombre un auténtico hijo de Dios, es precisamente el de su simplificación, el de recortar el verdadero alcance de su inefable significado. Es el peligro de los que tergiversan la verdad: “El hereje es alguien que, dejándose llevar por sus preferencias en una dirección particular, unilateral, mutila la armonía desconcertante de la totalidad y deviene doctrinalmente –y a menudo también eclesialmente- sectario.

• En el caso concreto de la figura de Jesús la cuestión reside en aceptar, al mismo tiempo, su condición divina y su naturaleza verdaderamente humana, sin confundirlas ni oponerlas de manera separada. El proceso de comprensión y de explicación, hasta donde el entendimiento humano puede hacerlo, no ha estado exento de problemas. Muchas han sido las herejías en los primeros siglos del cristianismo, y muchas las intervenciones del Magisterio para dar una respuesta que disipe sus errores y nos exponga las verdades de la fe.

• Hombre como nosotros, en Jesús descubrimos la única pretensión de ser considerado Dios verdadero. No habla en nombre de otro, sino de Dios a quien llama su padre y con el que no es sino una única realidad sustancial. Pretensión que, lejos de significar una búsqueda desenfrenada del poder y del reconocimiento temporal, va acompañada por una elección voluntaria de la humillación y la cruz. La resurrección se nos muestra como la prueba final de autenticidad de su vida y doctrina.