La fe no es fuente de oscuridad, ¡sino de luz! - Alfa y Omega

La fe no es fuente de oscuridad, ¡sino de luz!

Tras varios días en Roma, la pasada semana, el cardenal arzobispo de Madrid ha mantenido esta conversación, en COPE, con su corresponsal, Paloma García Ovejero

Paloma García Ovejero
En la audiencia con el Santo Padre Francisco, el cardenal Rouco le entrega el obsequio del Libro de la JMJ de Madrid 2011.

Estamos en un domingo no sé si histórico, pero hemos vivido una semana llena de acontecimientos en la vida de la Iglesia. Tras varios días en Roma, ¿qué nos transmite hoy?
Mis días de Roma han estado ocupados en el servicio a la Santa Sede, a los asuntos económicos y administrativos, a través de las reuniones del llamado Consejo de los quince cardenales, que se celebran todas las primeras semanas de julio, desde hace ya años. Éste es el tercer período de mi pertenencia a ese Consejo. Desde este punto de vista, no es ningún acontecimiento extraordinario, salvo para los que hemos participado en él, que nos exigió muchísimo empeño, muchísimo trabajo; pero, de algún modo, es extraordinario por el momento que vive la Iglesia, cuatro meses escasos de pontificado del Papa Francisco, proyectos de reforma de la Curia romana, en relación con la renovación de la Iglesia y con los impulsos a un servicio central de la Santa Sede al ministerio del sucesor de Pedro. Muchos frutos se desprenden para el bien general de la Iglesia, para una renovación general de la Iglesia; en concreto, podríamos hablar del Año de la fe, como año de renovación de la fe de la Iglesia; desde ese punto de vista, efectivamente las sesiones del martes y del miércoles pasado del Consejo de los cardenales tuvieron algo de extraordinario. El Santo Padre nos visitó, en medio de nuestros trabajos, el martes por la mañana, y nos ofreció su visión de los problemas de la administración de la Santa Sede de una forma muy concreta, muy práctica, como él suele hacer con otros asuntos de la vida de la Iglesia; nos ayudó mucho con su intervención. Y, después, los otros días también fueron para mí días de reunión de la Congregación para los Obispos, también reuniones ordinarias, la última de fin de curso sobre los criterios de la Iglesia: el Santo Padre habló a los nuncios, hace no mucho tiempo, de los criterios de la Iglesia renovados por el Concilio Vaticano II, que él acentuó y subrayó con mucha fuerza pastoral para la figura del obispo diocesano, que, como él la trazó, es la figura del Concilio Vaticano II sin duda alguna. Finalmente, vivimos estos días el encuentro vocacional que estaba previsto en el Año de la fe y que tuvo, en la tarde del sábado, un momento muy emotivo: el encuentro del Papa con los jóvenes seminaristas, novicios y novicias, con su punto culminante, la mañana del domingo, en la Eucaristía en la basílica de San Pedro.

La encíclica del Papa Francisco

Me fío de ti es el lema de este encuentro vocacional, que entronca con el espíritu de la primera encíclica del Papa Francisco, que acabamos de conocer.
Efectivamente. La encíclica, como confiesa el mismo Papa Francisco en el prólogo de la misma, es un texto preparado por Benedicto XVI; estaba bastante maduro cuando él renuncia a seguir siendo el obispo de Roma y, por tanto, pastor de la Iglesia universal, sucesor de Pedro. Ahora le han dado un toque final y la encíclica ha salido como un gran fruto del Año de la fe; probablemente sea de los más valiosos, yo me atrevería a decir que, quizás, es el más valioso. Es una encíclica donde la doctrina de la Iglesia sobre la fe, la verdad de la fe, el momento de la experiencia del hombre creyendo en Dios se ilumina muy bellamente, muy hondamente y muy actualizadamente; es una encíclica para el mundo no creyente de nuestros días y, por lo tanto, una encíclica para ayudar a los maestros de la fe y a los testigos de la fe de nuestros días a hacerlo bien, santamente, desde el punto de vista de la sensibilidad y de los grandes problemas de los hombres de nuestro tiempo. El problema de la fe ha acompañado al hombre contemporáneo desde el siglo XVIII, con mucha fuerza, con consecuencias a veces trágicas de persecución, con consecuencias en el terreno de la concepción de la sociedad, de la vivencia de la esperanza, de los grandes valores de la justicia, de la caridad y, por tanto, de los problemas de la paz y de la guerra. Alguien dirá: Qué salto da usted, desde los problemas de la fe, hasta los problemas de la paz y de la guerra; pues no es salto ninguno. Es el salto del agua que cae de la fuente que está arriba y que va hacia el río.

Misa con seminaristas y novicias en San Pedro.

La encíclica ofrece la doctrina de la fe; el hombre contemporáneo no cree, rechaza la fe y se opone a Cristo. Es un acierto muy grande ya el título: La Luz de la fe. La fe no es una fuente de oscuridad, sino que es una fuente de Luz. La fe es luz, para iluminar las oscuridades que la ciencia no puede iluminar. Por lo tanto, no se opone a la razón, ni a los frutos de una razón metódicamente organizada, científicamente seria y rigurosa. Al contrario, le ayuda a entender las grandes cuestiones y a iluminar las grandes oscuridades del hombre, del mundo y de la existencia, que la razón no llega a aclarar.

En el mismo día, conocemos la canonización de dos Papas: Juan XXIII y Juan Pablo II.
El anuncio de la canonización del Beato Juan Pablo II ya se esperaba, por el milagro que en el proceso ordinario de las canonizaciones exige el ordenamiento canónico. Estaba reconocido en su carácter extraordinario, inexplicable, reconocido por los teólogos y cardenales. Para la del Beato Juan XXIII, el Papa dispensa de ese requisito del milagro. Y lo puede hacer, según el ordenamiento canónico, y la doctrina de la Iglesia. Se cumplen 50 años ya desde su fallecimiento. Y también pone de relieve lo que ha sido la historia contemporánea de la Iglesia, desde la aurora del Vaticano II, hasta hoy mismo: esa luz de la fe iluminan la oscuridad de la existencia del hombre, el dolor, el sufrimiento. La explicación que da la fe al fenómeno del dolor, del mal sufrido por los inocentes, es la Cruz de Cristo, solución para resolver el mal que los hombres causan a través del pecado. De esa Cruz y de ese sufrimiento, viene la salvación, viene la curación. Y, más que la curación, viene incluso el abrir una puerta a una vida más plena, más definitivamente feliz. La Redención viene por la Pasión y muerte del Señor: el fruto es la respuesta del Padre, resucitándolo y dándole la vida nueva. Y, de ahí, sale para el hombre ese don definitivo del Espíritu Santo que lo transforma completamente, a él y a todo lo que le rodea, hasta el final de la Historia, en una gran eclosión, en una gran expresión de gloria y felicidad.

Novicias de Iesu Communio, en el encuentro, en el Aula Pablo VI, con el Papa.

Una última pregunta: como cardenal arzobispo de Madrid, y Presidente de la Conferencia Episcopal Española, ha conocido en Roma en directo, a la vez que la encíclica y estas canonizaciones, la noticia de 42 mártires más de la fe durante la guerra civil española y dos nuevas beatificaciones: la de Álvaro del Portillo y la de la Madre Esperanza de Jesús.
Es un hecho que pone de relieve la riqueza espiritual y apostólica de la vida de la Iglesia en España: son hijos e hijas de la Iglesia que han nacido en España, han crecido en la fe en España, han sido ordenados sacerdotes en España, han profesado sus votos y han abierto caminos de vida cristiana en España, y hay que dar gracias a Dios por ello; y los que han sufrido martirio en España: hay que dar gracias a Dios por ese don de una fe vivida hasta el heroísmo de la caridad, martirialmente expresada, y apoyarnos en su intercesión. No se han alejado de nosotros, están con nosotros de otro modo, para que el río de la Gracia siga fluyendo por las venas de la sociedad, del pueblo de España, a través de los grandes canales que la Iglesia tiene abiertos, también en España. Ha sido, efectivamente, una semana de muchas noticias en Roma. A mí, algunas me llegaban por la tarde, después de acabar el día con el trabajo que me tocaba realizar en los distintos dicasterios y servicios. Eran buenas noticias por la noche, las que se producían. Y espero que la celebración de la Eucaristía con el Papa Francisco les sirva a los jóvenes que se creen llamados al sacerdocio y a la vida consagrada a ser fieles a la llamada que el Señor les hace.

Muchas gracias.