Esta mañana tenía un hueco largo entre clases y he ido a hacer la compra. En la parada del autobús me he encontrado a Justin, uno de nuestros feligreses. Debe rondar los 30 y todavía no se ha casado. Todos los días, antes de ir al trabajo (tiene una tienda donde repara ordenadores viejísimos a clientes que casi nunca pagan) viene a rezar a la iglesia. Se sienta junto al sagrario y la imagen de la Virgen, está un rato largo y se va.
En el bus, la sonrisa desdentada del conductor y las varillas de incienso junto a la estatuilla de Buda me han alegrado el viaje. Aún no he visto un autobús en Sri Lanka donde no haya imágenes de Buda, Shiva, Krishna, Ganesh, Jesús, la Virgen y algún versículo del Corán, la mayoría de las veces agrupadas y compartiendo la misma moldura. Esa singular amalgama convierte este medio de transporte en un espacio que invita a la oración y al diálogo interreligioso. Las curvas y la tendencia kamikaze de los conductores se encargan del resto.
Cuando he llegado a Talawakelle era temprano. Los comerciantes estaban abriendo las tiendas y colocando el género en sus mostradores destartalados. El verdulero es el padre de tres de nuestros chavales, una familia hindú, sencillos y buena gente. Como iba con tanta prisa, he empezado a pedir sin darme cuenta de que el hombre estaba rezando. Lamparilla de alcanfor y oraciones a la diosa Lakshmi, protectora del hogar y de los negocios.
Ahora, que ya es de noche, examino lo vivido. Toda la Eclesiología que estudié en la facultad toma carne cada día en este pueblo. Las formas de obrar, de vivir, de rezar, de creer de budistas, hindúes y musulmanes, no coinciden en todo con los preceptos y doctrinas de la Iglesia católica. Pero no tengo duda de que reflejan clarísimos destellos de la Verdad que ilumina a todos los hombres y mujeres de esta tierra.
Muchas de mis hermanas, tras toda una vida entregada por la misión, siempre confiesan que fueron para evangelizar y el pueblo las evangelizó a ellas. Yo, aun siendo una novata, me uno: la fe de este pueblo esrilanqués me acerca cada día más a Cristo.