La familia sí importa
Queridas familias, una vez más vuelvo a comprobar, viéndoos a vosotros, que a los españoles la familia sí nos importa, ¡y mucho! Sólo la causa de la familia y el derecho a la vida son capaces de convocar a tantas personas como hoy nos hemos reunido aquí. La Iglesia católica, a través de esta convocatoria del cardenal de Madrid, ha vuelto a prestar en España un gran servicio a la causa de la Humanidad; y es de justicia agradecérselo. Yo, como representante de una asociación no confesional, pero absolutamente comprometida con la causa de la familia, el Foro Español de la Familia, se lo agradezco expresamente, aquí y ahora; como os agradezco a vosotros que estéis aquí dando la cara con naturalidad, con alegría, exhibiéndoos en familia y reivindicando a la familia y su inmensa eficacia social en estos tiempos difíciles.
La presencia de la familia en la calle puede ser una fuerza revolucionaria, tan revolucionaria como la misma verdad de las cosas frente a las mentiras antropológicas de la ideología de género de moda; tan revolucionaria como lo es la real presencia de la familia en la vida de la inmensa mayoría de nuestros compatriotas; tan revolucionaria como lo es reivindicar la vida, la apertura esperanzada al futuro, la fuerza del amor y la entrega interpersonal, la solidaridad entre las generaciones y la atención cariñosa al otro por el mero hecho de que el otro existe. Todo eso es la familia: hombre y mujer abiertos a la vida, esperanza, solidaridad, futuro sin miedo, acogimiento, cariño. La familia puede ser la gran fuerza humanizadora de nuestra época, si todos los que vivimos en familia nos tomamos en serio nuestra responsabilidad de hacer familia. La familia es la solución a los grandes males de nuestras época, encogida y temerosa por su miedo al futuro, por su miedo a la vida; insolidaria porque desconfía del amor entre las personas y las generaciones como fuerza que traba a las sociedades; cobarde porque no se fía del ser humano y su capacidad de amar.
La familia es, hoy como ayer, una institución de inmensa e insustituible eficacia social. Sólo ella aporta el nicho ecológicamente idóneo para las nuevas vidas y sólo ella es capaz de crear la urdimbre humana de cariño, atención y solidaridad que crea el mejor ambiente para la maduración de las nuevas generaciones, la atención de las personas mayores y la madurez humanamente responsable de todos nosotros.
Os animo a mimar a vuestra familia dedicándole el tiempo necesario, aunque eso exija sacrificar otras posibilidades legítimas; a hablar bien de la familia en lo más cotidiano de vuestra vida y relaciones sociales; a asociaros con otra familias en defensa de los valores compartidos. Con el testimonio de nuestra vida en familia podemos mostrar a los demás la gozosa realidad de vivir en familia; con nuestra palabra podemos dar razón razonada de nuestras convicciones a quienes nos rodean, y con nuestra conjunta proyección social podemos incidir decisivamente en cómo se piensa en nuestra sociedad.
Hoy y aquí -para acabar-, os ruego, padres, que os toméis muy en serio vuestra irrenunciable responsabilidad -que es, a la vez, un derecho- de educar a vuestros hijos en la tradición moral y religiosa que en conciencia creéis es la más acertada para hacerles felices y posibilitarles ser buenas personas. ¡No dejéis jamás la cabeza y el corazón de vuestros hijos en manos de otros, y menos aún en las del Estado! Familias, ¡defended vuestra libertad! Familias, ¡defended vuestra conciencia y la de vuestros hijos! Familias, ¡defended vuestro pleno derecho de ciudadanía! Es la hora de la responsabilidad de la familia: responsabilidad para construir la propia familia con dedicación y mimo; y responsabilidad para defender la familia de todos en la sociedad pluralista en que vivimos, ejerciendo los derechos civiles que ostentamos. ¡La familia sí importa! Gracias.