La familia es un modelo de sinodalidad
La comunión, la participación y la misión se pueden vivir plenamente en los hogares, llamados a ser testigos del amor de Dios
El camino sinodal nos invita a experimentar tres tareas fundamentales: comunión, participación y misión. Dentro de la familia, estas tareas se pueden vivir plenamente y servir como modelo para la Iglesia. La familia es un espacio donde se cultiva la unidad y el amor. A través de la oración conjunta, el diálogo abierto y el apoyo mutuo, las familias pueden vivir la comunión de manera tangible. Además, cada miembro de la familia tiene un rol y una voz. Participar activamente en la vida familiar y en la comunidad parroquial fortalece el sentido de pertenencia y compromiso con la Iglesia. Por último, la familia es llamada a ser testigo del amor de Dios en el mundo. A través de actos de servicio, caridad y evangelización, puede llevar el mensaje del Evangelio a su entorno.
El tema de la familia ocupa un puesto central en las reflexiones sobre la existencia humana y en la vida de la Iglesia. Tanto que la familia, tenemos que recordar, ha tenido tres sínodos dedicados a ella. San Juan Pablo II le dedicó el Sínodo de 1980 y la exhortación apostólica postsinodal Familiaris consortio, del año 1981. El Papa Francisco convocó no solo un sínodo, sino dos, uno extraordinario en octubre de 2014 y otro ordinario en octubre de 2015, para hablar sobre la familia en el mundo actual. Fruto de estas asambleas publicó la exhortación Amoris laetitia, firmada el 19 de marzo de 2016.
Durante el periodo que separó a los dos sínodos del 2014 y del 2015, el Papa Francisco dedicó numerosas catequesis a temas relativos a la familia en el marco de sus audiencias generales. Estas catequesis partieron del mejor modelo: la Sagrada Familia y, desde ahí, fue presentando a los diversos miembros de la familia: la madre, el padre, los hijos, los hermanos, los abuelos, los niños, el matrimonio. Además, el Papa quiso tratar otros aspectos que podríamos considerar más dinámicos, como la vida en familia, la educación, la fiesta, la oración, el trabajo; sin dejar de lado algunas situaciones que implican cierta dificultad: la enfermedad, la muerte, los conflictos, las situaciones de fragilidad. Os animamos a que busquéis los textos de estas catequesis, los leáis tranquilamente. Si podéis llevarlos a vuestro espacio de familia, de parroquia, del movimiento o comunidad cristiana al que estéis vinculados, será una buena cosa, pues necesitamos luz y ayuda cercana, a veces urgente, para vivir las numerosas dimensiones de la vida matrimonial y familiar en el mundo contemporáneo, en el que estamos llamados desde una vocación propia e implicados a una misión en la Iglesia y en el mundo.
Poco después de concluir el Sínodo de 2015, Francisco afirmaba en otra catequesis: «La vida de las familias no se detiene […] estáis siempre en camino […]. Sínodo significa “caminar juntos” y en esto la familia es un verdadero ejemplo. Padres, hijos, abuelos… caminan juntos y forman parte del pueblo de Dios, de la Iglesia. De hecho, la familia es el principal camino de la Iglesia; la Iglesia si quiere evangelizar, debe hacerlo con la familia, en la familia y por la familia. La familia se constituye como primer sujeto evangelizador». En un contexto marcado por los desafíos del siglo XXI, la sinodalidad se convierte en un camino de renovación para la familia cristiana, invitándonos a redescubrir el valor de la comunión y a ser testigos de la misericordia de Dios, porque como nos recuerda el Papa Francisco en su nueva encíclica, Dilexit nos, nos ha amado primero y «por su Amor podemos cambiar la mirada, la perspectiva, los objetivos, y recuperar lo más importante y necesario: el corazón».