La extraordinaria cotidianidad de María
Hasta el 12 de enero, el Museo Diocesano de Zaragoza acoge la muestra Speculum: María, espejo de la fe, un recorrido por las escenas de la vida de la Madre de Dios, realizadas por artistas aragoneses desde el gótico hasta nuestros días. La muestra tiene el objetivo de culminar el Año de la fe con un «recorrido por la historia de nuestra fe a través de las imágenes de María», que han sido parte del soporte, durante siglos, de la devoción de las comunidades parroquiales, explica el arzobispo de Zaragoza, monseñor Manuel Ureña
No sabemos a ciencia cierta cómo era María de Nazaret, si bien san Epifanio, en el año 404, explica que san Lucas hizo un retrato de la Virgen, mostrando que tenía «rubios los cabellos, vivos los ojos, un tanto aceitunada la pupila. Las cejas arqueadas y negras; la nariz un poco alargada; los labios, rojos y llenos de suavidad al hablar». Este bosquejo inspiró a santos y a pecadores que, durante siglos, a través de las artes plásticas, nos han acercado a su figura y han hecho crecer la devoción a la Madre de Dios. Ya desde el siglo II, su imagen era venerada en las catacumbas romanas; en el III, se escribía la primera plegaria mariana –Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios-, y un par de siglos después comenzaban las procesiones a la basílica de Santa María la Mayor, de Roma, en fechas clave como la Natividad -8 de septiembre-, la Presentación -2 de febrero-, la Anunciación -25 de marzo-, o la Asunción a los cielos -15 de agosto-. Fue en el siglo XVIII cuando la Virgen se consolida en todo el mundo como símbolo de la paz (en 1724 se extiende el rezo del ángelus), y en el XIX surge una fecha clave en la devoción a María: en 1854 se define el dogma de su Inmaculada Concepción, que la Iglesia celebra el próximo domingo.

Como culminación al Año de la fe, la diócesis zaragozana ha querido rendir homenaje a esta devoción mariana a través del arte. Y lo ha hecho con la muestra Speculum. María, espejo de la fe, en la que se exponen decenas de obras sobre la Madre de Dios y su historia, conservadas en los rincones del Reino de Aragón y que, durante siglos, han sido «el soporte de la fe secular de nuestras comunidades parroquiales», como afirma el arzobispo de Zaragoza, monseñor Ureña, en el Catálogo de la muestra.
Un paseo por la vida de la Virgen
Nos adentramos en la muestra para toparnos, de frente, con la primera escena que tenemos de María, su Nacimiento, procedente de la catedral de San Salvador (La Seo), de Zaragoza. Es una versión anónima de un autor conocido como el Maestro de la Seo, flamenco afincado en Zaragoza que pintó un retablo dedicado a Nuestra Señora, al que pertenece esta tabla. En la obra se presentan diferentes escenas, como el anuncio del ángel a san Joaquín al fondo, o santa Ana en el lecho y el baño de la Virgen recién nacida en primer término; todo ello en el interior de una vivienda lujosa, al modo que lo hacían los pintores flamencos del siglo XV.

Paseamos frente a los Desposorios de la Virgen, también traídos desde La Seo y de autor desconocido que se inspiró en una composición de Rubens. El cuadro describe el momento en el que los desposados unen su mano derecha, mientras el sacerdote se dispone a colocar el anillo nupcial en el dedo de María. La siguiente escena nos lleva a la Anunciación, esta vez de la mano del pintor madrileño José Antolínez. La obra, de la basílica del Pilar y que data del siglo XVII, muestra al arcángel Gabriel interrumpiendo la lectura a María. Como curiosidad, el broche de oro que lleva al cuello María es un modelo recurrente de Antolínez, con el que adorna también a sus célebres Inmaculadas.

Siguiendo la estela de sus días, llegamos a La Visitación, que recreó Juan Andrés Merclein en 1770 y que se puede contemplar en el Real Seminario de San Carlos Borromeo. En la escena, María y su prima santa Isabel aparecen acompañadas por sus esposos. También podemos contemplar La Adoración de los pastores, episodio únicamente narrado por el evangelista Lucas. En la iglesia parroquial de Santiago Apóstol, de Sobradiel, en un óleo sobre lienzo, anónimo del siglo XVII, se interpreta la escena colocando en el centro a la Virgen orante y al Niño. La visita de unos Magos que venían de Oriente guiados por una estrella, narrada por san Mateo, es una de las escenas más populares de la Baja Edad Media. En un temple sobre tabla conservado en el Museo Comarcal de Daroca, su autor, Martín del Cano, vecino de la localidad, mantiene la iconografía tradicional, colocando a la Virgen María en posición sedente con el Niño sobre su regazo, para mostrarlo a los recién llegados.
De la vida cotidiana, al dolor de la Cruz
No podía faltar una de las representaciones más dolorosas de la vida de la Madre de Cristo. La sola con el solo, María al pie de la Cruz. Desgarrador el óleo del turolense Alejandro Cañada. Esta obra, de la iglesia parroquial de San Miguel de los Navarros, muestra el instante de la muerte de Cristo, al que no vemos, puesto que es María quien centra la escena abrazada al madero entre tinieblas. Al lado, otro cuadro: la impertérrita Piedad. En la parroquia de Santa María, de Ejea de los Caballeros, un óleo de Miguel Jiménez, de la escuela aragonesa, nos muestra el rostro lleno de dolor de una Madre con su Hijo muerto en brazos. Finalmente, su vida terrenal culmina con la Dormición, su asunción a los cielos para reunirse con el Amado. En el Museo Comarcal de Daroca, hay una versión de Martín del Cano, pintada hacia 1420, en la que María reposa en el lecho, y a su lado se encuentra Jesús, que se aproxima para recoger el alma de su Madre. La rodean los once apóstoles que leen o contemplan su cuerpo inerte.

El broche final de este periplo son las esculturas que ponen rostro a las innumerables advocaciones marianas. Concluimos con una propuesta, la de Nuestra Señora de la Consolación, custodiada por las Hermanas Clarisas del monasterio de Santa Catalina, el primer espacio zaragozano para una comunidad femenina. Esta talla, del siglo XIII, nos muestra a la Virgen entronizada con su Hijo en el regazo. Según los expertos, es una de las más hermosas representaciones de María, ya que su hieratismo románico se suaviza con una sonrisa de simpatía y de modernidad.