«La Acción Católica ha tenido tradicionalmente cuatro pilares: la oración, la formación, el sacrificio y el apostolado. En este momento el apostolado tiene que ser hoy lo primero», dijo el Papa la semana pasada a los participantes en el Foro Internacional de Acción Católica, que ha celebrado en Roma su trigésimo aniversario.
En un discurso en el que aterrizó las principales ideas de su exhortación programática Evangelii gaudium, el Papa afirmó que «la misión no es una tarea entre tantas en la Acción Católica, sino que es la tarea».
Esto implica para el Papa «replantear sus planes de formación, sus formas de apostolado y hasta su misma oración para que sus miembros sean esencialmente, y no ocasionalmente, misioneros, abandonando el viejo criterio: esto siempre se ha hecho así». Lo que no cambia es la «inserción concreta desde las parroquias», evitando clericalizar a los laicos: el objetivo no es «formar parte del sanedrín de las parroquias que rodean al cura, sino la pasión por el reino de Dios».
El modo de llevar a cabo la evangelización es «mostrar que es posible vivir la alegría de la fe», «los chicos evangelizando a los chicos, los jóvenes a los jóvenes, los adultos a los adultos», sin detenerse en «la tentación perfeccionista de la eterna preparación para la misión y de los eternos análisis», sino más bien seguir el ejemplo de Jesús cuando enviaba a los apóstoles: «Los enviaba con lo que tenían, no salían con el Denzinger [Compendio del Magisterio de la Iglesia] debajo del brazo, dejaban que el Espíritu Santo los fuera conduciendo». Porque «a evangelizar se aprende evangelizando», renunciando «a controlar demasiado las cosas y a programar los resultados, con una libertad, fruto del Espíritu Santo, que los va a hacer crecer». Además, «todos tienen derecho –y, si son bautizados, obligación– a ser evangelizadores».
Los destinatarios de la misión son todos los hombres, «en cada pueblo, en la parroquia, en la diócesis, en el país, barrio, en la familia, en el estudio y el trabajo, en lo rural, en los ámbitos propios de la vida». En medio de los aplausos de los participantes, el Papa pidió agilizar los modos de incorporación a la Iglesia: «No sean aduana, no sean más papistas que el Papa, no hagan un examen de perfección cristiana, porque estarían promoviendo un fariseísmo hipócrita».
Disfrutar de la misión
El Papa desafió así a la Acción Católica a mostrar su «maternidad eclesial», algo que «les va a traer problemas», porque «van a querer formar parte de la institución personas que aparentemente no están en condiciones: familias en la que los padres no están casados por la Iglesia, hombres y mujeres con un pasado o presente difícil pero que luchan, jóvenes desorientados y heridos…». Pero «todos pueden formar parte desde lo que tienen con lo que pueden». Este es el «pueblo concreto», siguiendo «los pasos del Maestro, al que no le dio asco nada».
Animó así a todos a «disfrutar de la misión cuerpo a cuerpo», a vivir «la dulce y confortadora alegría de evangelizar, en todas las ocasiones, a tiempo y a destiempo. Esto es lo que necesitamos de la Acción Católica».
«¡Mi papá y mi abuela eran de la Acción Católica!», confesó el Papa el domingo en la plaza de San Pedro, al celebrar los 150 años de la Acción Católica Italiana, con la que concluyeron los trabajos del encuentro. Han sido cuatro días de reflexión sobre la importancia del laicado, y sobre cómo poner en marcha las líneas sugeridas por el Papa en el discurso de apertura.
En el foro intervino el cardenal Osoro, quien defendió que la Acción Católica «no es una reliquia del pasado», sino «un proyecto para dinamizar la vida de las comunidades parroquiales». De ella destacó asimismo sus «cuatro dimensiones constitutivas: su espiritualidad, el hacer suya la misión apostólica de la Iglesia diocesana en cada comunidad parroquial, la formación de un laicado maduro, y su vida en clave asociativa y comunitaria».
«A España nos traemos ilusión y muchas ganas de seguir trabajando», afirma Antonio Muñoz Varo, presidente de Acción Católica en España. «Lo que hemos compartido en estos días nos anima a construir juntos. No vamos ahora a remover todo ni a desplazar a nadie, sino a seguir trabajando desde la comunión» y«desde la realidad más básica, que es la parroquia». También «queremos ayudar a que los laicos den un paso al frente para que desarrollen su misión». Así, Acción Católica en España debe estar «encarnada en las entrañas de la propia Iglesia. La renovación pastoral de nuestras parroquias pasa por profundizar en nuestra vida de fe y efectuar la salida misionera que nos pide el Papa».