La Eucaristía: fuente y cumbre de la vida y de la misión de la Iglesia. ¿Por qué este tema? ¿No es quizá un argumento descontado, que se da por supuesto? En realidad, la doctrina católica sobre la Eucaristía, definida autorizadamente por el Concilio de Trento, pide ser recibida, vivida y transmitida a la comunidad eclesial de manera siempre nueva y adecuada a los tiempos.
La Eucaristía podría considerarse también como una lupa con la que se puede examinar continuamente el rostro y el camino de la Iglesia, que Cristo fundó para que todo hombre pueda conocer el amor de Dios y encontrar en él plenitud de vida. Por este motivo, el querido Papa Juan Pablo II quiso dedicar a la Eucaristía todo un año, que se clausurará precisamente con el final de la Asamblea sinodal el 23 de octubre próximo, domingo en el que se celebrará la Jornada Misionera Mundial.
Esta coincidencia nos ayuda a contemplar el misterio eucarístico desde la perspectiva misionera. La Eucaristía, de hecho, es el centro propulsor de toda la acción evangelizadora de la Iglesia, como lo es el corazón en el cuerpo humano. Las comunidades cristianas sin la celebración eucarística, en la que se alimentan con la doble mesa de la Palabra y del Cuerpo de Cristo, perderían su auténtica naturaleza: sólo en la medida en que son eucarísticas pueden transmitir a los hombres a Cristo, y no sólo ideas o valores por más nobles e importantes que sean.
(2-X-2005)