La enfermedad como etapa de un pontificado - Alfa y Omega

La enfermedad como etapa de un pontificado

Francisco hace vida, una vez más, su palabra. En este caso, el baluarte de su pontificado, en el que nadie es descartable

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Se cumplen 20 años de la muerte de san Juan Pablo II y es inevitable hacer un paralelismo con el momento que vivimos del pontificado de Francisco, en el que su enfermedad está marcando una nueva etapa, tal y como dijo el cardenal Víctor Manuel Fernández, prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, horas antes de saberse que sería dado de alta. «Estoy seguro de que de esta experiencia saldrá algo muy hermoso. Creo que este tiempo de dolor, de cansancio, de limitación, es el inicio de una nueva etapa que será fructífera y formará parte de su pontificado». Así lo vimos los últimos años del Papa polaco. Es parte del recuerdo popular aquella imagen de Wojtyla incapaz de hablar, a pesar de los esfuerzos, desde la ventana de su apartamento para la bendición del Domingo de Resurrección, pocos días antes de su muerte. El mundo asistió a su martirio hasta el último día, como él quiso. «Después de haber reflexionado y examinado los textos dejados al respecto por Pablo VI, llegó a la conclusión que debía someterse a la voluntad de Dios, es decir, quedarse hasta que Dios lo hubiera querido», escribió su secretario, Stanisław Dziwisz, en el libro Una vida con Karol.

Estamos acostumbrados a que los líderes y poderosos oculten sus debilidades. Pero ambos Papas —también lo hizo Benedicto XVI desde su retiro— no han escondido su fragilidad. Porque es parte de la condición del ser humano. Porque no debe ser rehuida, sino aceptada. Porque es ejemplo para jóvenes y mayores. «Contrasta profundamente con una cultura orientada a la eficiencia, con una cultura del rendimiento», aseguró Vincenzo Paglia, presidente de la Pontificia Academia para la Vida, en una entrevista al ser preguntado por la enfermedad del Santo Padre. 

Francisco hace vida, una vez más, su palabra. En este caso, el baluarte de su pontificado, en el que nadie es descartable. Especialmente los ancianos.