La dura prueba de las fronteras heladas
Desde Irán hasta Francia miles de migrantes, entre ellos refugiados afganos, se arriesgan a morir de frío para llegar a Europa. La Iglesia los acompaña por donde pasan
Hace unos días, una mujer afgana aparecía muerta bajo la nieve entre Turquía e Irán. Había intentado cruzar la frontera. Sus dos hijos sobrevivieron milagrosamente. Según las pocas noticias que tenemos de este suceso –la prensa occidental apenas se ha hecho eco–, esta madre había puesto sus calcetines a los pequeños y se había cubierto los pies con dos simples bolsas de plástico.
«El invierno es una época dura para los refugiados en Turquía. Los que llegan vienen del este, donde se dan temperaturas nocturnas de entre –10 ºC y –20 ºC. Se encuentran con frío y sin techo tras cruzar fronteras nevadas. Muchos mueren en la calle. Los que ya están instalados desde hace años no pueden permitirse la calefacción. Tienen que elegir entre alimentar la estufa o a sus hijos». Quien afirma esto es el obispo Paolo Bizetti, vicario apostólico de Anatolia (Turquía). En entrevista con Alfa y Omega, pone encima de la mesa el caso de la mujer afgana, que puede volver a repetirse. Según el prelado jesuita, entre 500 y 1.000 afganos entran cada día por la frontera este de Turquía huyendo del régimen talibán. Hace solo unas semanas, Cáritas Anatolia tuvo que alquilar casas para 14 familias afganas formadas por mujeres viudas y sus hijos, mientras que ahora trabaja para montar un comedor que les proporcione dos comidas calientes al día.
Lo que sucede en la frontera turca no es una excepción. A lo largo de toda Europa el invierno está poniendo a prueba la resistencia de los migrantes. En Bosnia, según confirma a este semanario Dijana Muzicka, directora de proyectos y coordinadora de emergencias de la Cáritas del país, un millar de migrantes se encuentran fuera de los campamentos habilitados por el Gobierno. Duermen a la intemperie en los bosques, o en instalaciones y casas en ruinas. «Hay riesgo de que estas personas estén en peligro», afirma Muzicka. A través de Cáritas se da respuesta a distintas necesidades: alojamiento para personas vulnerables, servicio de lavandería con bebidas calientes, talleres…
Tampoco es buena la situación en la frontera entre Bielorrusia y Polonia. Allí los migrantes se están dando la vuelta y retornando a sus países –fundamentalmente a Irak– al encontrarse con el hambre y el frío. «La situación en el lado bielorruso de la frontera es muy complicada. Hasta el momento, la mayor parte de los desplazados están en un centro cerca de la ciudad de Bruzgi, donde las condiciones están muy por debajo de cualquier estándar internacional», afirma Grzegorz Kowalczuk, miembro del departamento de migrantes y refugiados de Cáritas Polonia. Según las autoridades polacas, 20 personas han perdido la vida por el frío. «Las condiciones son extremadamente duras. El riesgo es alto », añade Kowalczuk.
Más cerca de España se encuentra el Valle de Susa, en plenos Alpes italianos y a escasos kilómetros de Francia, lugar de paso de muchos migrantes. Allí, el sacerdote Luigi Chiampo, responsable de Migraciones de la diócesis de Susa, puso en marcha en 2018, con el apoyo del obispo, un refugio en la ciudad de Oulx. El deshielo de la primavera de aquel año descubrió los cuerpos de migrantes fallecidos durante el invierno. En estos momentos hospedan a entre 50 y 100 migrantes cada día. «La mayoría son familias numerosas de Afganistán, Irak o Siria. Llegan en condiciones sanitaria críticas. Con la COVID-19, sarna, hipotermia…», añade. A esta situación se suma el fuerte control en la frontera francesa, cuya Policía repele las entradas, una circunstancia que provoca que los migrantes utilicen las vías de alta montaña, más peligrosas en esta época.
El frío también afecta en alta mar. Este lunes por la noche, siete migrantes fallecieron de frío en su intento de llegar a Lampedusa. Tres fueron encontrados muertos en la embarcación que los transportaba junto a cerca de 280 personas, mientras que otros cuatro fallecieron en la isla poco después de llegar.