Esta película del polaco Michal Kondrat nos acerca la figura de santa Faustina Kowalska (1905-1938), nos cuenta la historia de la devoción a la Divina Misericordia y nos relata la fundación de la congregación que lleva dicho nombre.
Sorprende la calidad de este filme, que recurre a una fórmula muy en boga en los últimos años: la hibridación de ficción y documental. Es muy frecuente que, por razones económicas, la ficción sea la parte que se resiente más en cuanto a calidad y diseño de producción. Pero no es el caso que nos ocupa, puesto que la recreación histórica de la vida de Helena / Faustina Kowalska, y del beato padre Sopocko, su director espiritual, es realmente brillante.
La cinta comienza con una introducción didáctica y catequética sobre la historia de la salvación y el olvido, por parte de los cristianos, de la misericordia divina. Esta parte es muy breve, pero para muchos resultará prescindible. En seguida y de golpe nos situamos en 1922, en el pueblo polaco de Glogowiew, en el momento en el que los padres de Helena Kowalska rechazan frontalmente su deseo de entrar en un convento. De manera muy directa, casi brusca, estamos ya de lleno en la fascinante historia de esta joven mística. La película sigue su vocación, sus visiones, su ingreso en un convento en Lódz, la gestación del famoso cuadro de Kazimirowski o el encuentro de Kowalska con el padre Sopocko, tan decisivo para el futuro de su obra.
Este recorrido biográfico está atravesado por los testimonios documentales de personas relevantes como el cardenal Backis, exarzobispo de Vilnius, el actual arzobispo Gintaras Grušas, los obispos Henryk Hoser y Krzysztof Nitkiewcz, las hermanas Teresa Szalkowska y Elzbieta Siepak o académicos como el director del Museo Universitario de Vilnius, Ramünas Kondratas.
El resultado es un excelente largometraje que armoniza una exquisita información, una selección inteligente de los hechos y una profundidad espiritual carente de pedantería o excesos empalagosos. Lo cual es gran mérito, pues estas historias místicas se prestan a las exageraciones, caricaturas o sentimentalismos dulzones. No hay asomo de estos defectos en esta película seca, limpia, esencial, directa. Por ello, hasta el espectador menos proclive al cine de arrobos puede sentirse muy cómodo y nada violento.
La película subraya la dimensión de la misericordia como una categoría central de la personalidad cristiana, a menudo olvidada, y llama la atención sobre la necesidad de ver a Dios, ante todo, como misericordioso, y a Jesús como la encarnación de dicha misericordia. En este sentido, el filme ayuda a corregir nuestra mirada y a humanizarla ante el corazón misericordioso de Cristo.
La clave no solo está en el guion y en el trabajo de dirección, solventes, sino también en el trabajo de interpretación de Kamila Kaminska, una actriz natural y nada impostada que consigue transparentar el mensaje de la cinta. Muy recomendable.
Michal Kondrat
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