Corren malos tiempos para la lírica universitaria. Tal vez por eso, aunque solo sea por supervivencia, haya que tomárselo con acidez de comedia americana. La directora (The chair) nos cuenta la historia de una ficticia universidad que se parece demasiado a algunas realidades que conocemos. Interpretada con múltiples registros por Sandra Oh (véanla en versión original), dirigida por Amanda Peet, Annie Wyman y Daniel Gray, y con la producción de los creadores de Juego de Tronos, la serie estrenada en agosto de este año es, en realidad, una entretenida miniserie de seis capítulos que se ve en un par de sentadas.
En un contexto de plena decadencia, ahogada en la falta de alumnos y con inercias adquiridas que son difíciles de modificar, llega por primera vez a la dirección de un departamento de Literatura Inglesa una mujer que, además, no es blanca. La premisa se convierte en una estupenda ocasión para pasar por el cuchillo de la fina ironía las cuestiones más controvertidas de la cultura de la cancelación, según la cual hay que negarle el pan y la sal a aquellos que disgustan al poder.
Lo mejor de la serie es el aroma de autenticidad que respira en cada plano y el poner encima de la mesa algunos de los asuntos más actuales que están en el campo de la llamada batalla cultural. Lo peor, a mi juicio, es que termina cayendo en algunas de las trampas que pretende salvar y denunciar.
Es, por ejemplo, bastante maniquea, sobre todo en los estereotipos de los profesores más veteranos, a los que se nos presenta en bloque como auténticos dinosaurios predestinados a la extinción. Y es descarada también en las bondades de las políticas identitarias. Resumido: los hombres blancos son sospechosos de maldad y las mujeres negras (ya imaginan), todo lo contrario.
Es una pena porque, en una serie así, que pretende poner el dedo en algunas llagas, las costuras de lo políticamente correcto se ven mucho más.