La diócesis de Madrid se despide del Papa Francisco
Autoridades locales, delegados diocesanos, jóvenes y quienes lo trataron de cerca consideran «casi providencial que el Señor se lo haya llevado a la Casa del Padre en Pascua»
«Este es un día precioso en el fondo porque es el día de la resurrección y nunca va a faltarnos Francisco, siempre va a estar en nuestro corazón guiándonos», nos cuenta María Yela, delegada de Pastoral Penitenciaria de Madrid, nada más salir de la Misa de acción de gracias por la vida del Papa en la catedral de la Almudena. Visiblemente emocionada, cuenta que «he querido acompañar al pueblo de Madrid en nombre de los presos que no pueden venir pero están con el Papa». Lo conocían de cerca, pues varias veces visitaron con la delegada Casa Santa Marta. «Nos acogía en su casa, nos daba la merienda, nos contaba chistes y nos animaba a seguir con nuestra vocación por las personas presas», recuerda. Y subraya que Francisco «siempre tuvo con ellos un trato muy natural, muy simpático y a la vez muy profundo», les hacía sentir útiles y era a ellos a quienes les pedía: «¿Me ayudáis a levantarme?».
Justo después sale del templo María Inmaculada Sanz, vicealcaldesa de Madrid. Confiesa que ha recibido la noticia del fallecimiento del Pontífice «con conmoción» porque «sabíamos que estaba enfermo, pero parecía que iba a mejor». Invitada a la catedral por el Arzobispado de Madrid, tiene el deseo de «acompañar a la Iglesia católica transmitiendo la condolencia del pueblo de Madrid». Reivindica las «profundísimas raíces cristianas» de la capital —visibles en su Navidad y Semana Santa con símbolos explícitamente religiosos— y anima «a los católicos de Madrid a que vivan su fe de la mejor manera posible». Y para aquellos que no lo son, pero vecinos igualmente, les pide que «nos acompañen en un día triste como es el de la muerte de un Papa».
María Bazal y José Barceló, matrimonio y delegados ambos de Familia de la archidiócesis, aún recuerdan cuando lo vieron de cerca en el X Encuentro Mundial de las Familias en Roma. «El mayor regalo que nos ha hecho el Papa ha sido Amoris laetitia, es un gran cambio y una nueva pastoral para la familia y para la vida», sostiene ella. Él, por su parte, subraya las lecciones prácticas que Francisco daba a los esposos como no tener vergüenza para «pedir perdón». «Son muy fáciles de aplicar porque tratan de la vida misma», sostiene.
Auténtica «autoridad moral»
El cantautor Migueli, quien compuso para el Papa Una ventana abierta, un tema que pudo interpretar para él en petit comité junto a su familia, explica que «fue un momento absolutamente entrañable». De aquella visita confiesa que «fue una risa porque la abuela era de su misma edad» y destaca la «humanidad y el buen humor» que Francisco tuvo con ellos. «Sales con unas ganas tremendas de seguir entregando la vida». Y califica al difunto Pontífice como una auténtica «autoridad moral» y «el único líder que decía cosas sensatas». Su esposa, María Amparo Alonso, presente también a la salida de la catedral y quien copilotó hace tres años la reforma de Cáritas Internationalis tras el cese de su cúpula por un clima generalizado de burnout, revela ahora que Francisco «siguió muy de cerca toda mi misión y le preocupaba mucho». Lo define como «un Papa reformador que quería sentar unos procedimientos claros». Emocionada tras su muerte, se ha desplazado a la catedral «para rezar por él y acompañar al cardenal Cobo».
«Ha abierto nuevos horizontes»
Elisa Pérez, miembro de la delegación de Jóvenes de la archidiócesis, considera que el «Papa Francisco ha sido un testigo del Evangelio que nos ha abierto nuevos horizontes». Ella, que lo vio de cerca en la JMJ de Cracovia de 2016, en la de Lisboa de 2023 y en varias audiencias generales en Roma, ha venido a la catedral «para en estos momentos, como familia y como Iglesia, dar las gracias por la vida de este buen hombre». También en Lisboa bailó para él —y para medio millón de peregrinos— Pablo de Mendoza, uno de los bailarines de la JMJ. Rememorando el Urbi et Orbi, señala que «nos ha dejado como último testimonio su bendición». Y nos confía que su vida de fe «ha estado marcado por las frases del Papa» que le animaron a acercarse a la Iglesia cuando tenía 16 años. En concreto, cuando Francisco dijo en 2013 durante un vuelo papal: «¿Quién soy yo para juzgar?».

Pilar Algarate, secretaria general de Cáritas Madrid, valora que «el Papa Francisco ha sido siempre un faro que nos ha hecho acercarnos a las personas más excluidas y el que nos ha ido guiando en este camino». También «para enseñar a las personas alejadas de la Iglesia cómo acercarse a los necesitados». Y comparte que «hace cinco años escribió una carta de su puño y letra a las personas sin hogar de nuestro centro CEDIA 24 horas porque los chicos le habían enviado sus preguntas».
Lucas Gaudiosi, seminarista de quinto curso, nos confía que «he venido a la catedral porque mi vocación ha sido gracias a las palabras del Papa Francisco en la JMJ de Panamá». «El Señor me tocó el corazón para ser completamente suyo y entregarle mi vida», apunta. Y nos confía que, cuando acudió junto al resto de seminaristas de Madrid a visitarlo en febrero de 2024, «nos encontramos con un hombre de Dios y que nos insistía en acoger la miseria de cada uno en el corazón, que es lo que hace Cristo». Por ello, «me parece providencial que el Señor se lo haya llevado a la Casa del Padre en Pascua».
Más teólogo de lo que parece
Aunque Francisco se presentaba como un hombre sencillo que echaba de menos «callejear» por las calles de Buenos Aires, eso no le impidió desarrollar una teología profunda. Nicolás Álvarez de las Asturias, rector de la Universidad Eclesiástica San Dámaso, recalca que «siempre mostró interés en que la teología se entienda». Por eso, con un lenguaje muy accesible, «contraponía una teología meramente de escritorio a una buena teología». Siempre con una meta clara: «que ha de llegar a todos».
Coincide con él Laura Moreno, delegada episcopal de Jóvenes, quien lo trató de cerca y recuerda que era «una persona que siempre te recibía en la puerta de su casa y al marcharse te acompañaba hasta el ascensor». Frente a quienes lo critican injustamente por una supuesta falta de teología, reivindica que «su teología fue el Evangelio, una pastoral de los signos de los tiempos, conciliar y muy trinitaria en la que anunciaba permanentemente la presencia del Padre, la intercesión de Jesús y el Espíritu que nos ayuda en el timón de la historia de la Iglesia y de nuestras vidas». Finalmente, José Luis Guzón, delegado de Enseñanza de la archidiócesis, apunta que «fue un hombre que, desde el sóleo pontificio, ha hecho pedagogía y sido un auténtico educador del pueblo fiel». Y sentencia que «aunque solo ha estado 12 años» en la cátedra de san Pedro, «nos ha dejado un camino programático muy interesante».