La derrota es su victoria - Alfa y Omega

La derrota es su victoria

Lunes de la 9ª semana de tiempo ordinario / Marcos 12, 1-1

Carlos Pérez Laporta
Los labradores malvados de Adriaen Collaert. National Gallery of Art, Washington (Estados Unidos).

Evangelio: Marcos 12, 1-1

En aquel tiempo, Jesús se puso a hablar en parábolas a los sumos sacerdotes, a los escribas y a los ancianos:

«Un hombre plantó una viña, la rodeó con una cerca, cavó un lagar, construyó una torre, la arrendó a unos labradores y se marchó lejos. A su tiempo, envió un criado a los labradores, para percibir su tanto del fruto de la viña. Ellos lo agarraron, lo azotaron y lo despidieron con las manos vacías. Les envió de nuevo otro criado; a este lo descalabraron e insultaron. Envió a otro y lo mataron; y a otros muchos, a los que azotaron o los mataron. Le quedaba uno, su hijo amado. Y lo envió el último, pensando: “Respetarán a mi hijo”.

Pero los labradores se dijeron:

“Este es el heredero. Venga, lo matamos, y será nuestra la herencia”. Y, agarrándolo, lo mataron y lo arrojaron fuera de la viña.

¿Qué hará el dueño de la viña? Vendrá, hará perecer a los labradores y arrendará la viña a otros.

¿No habéis leído aquel texto de la Escritura: “La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente”?». Intentaron echarle mano, porque comprendieron que había dicho la parábola por ellos; pero temieron a la gente, y, dejándolo allí, se marcharon.

Comentario

La parábola tiene un encaje extraño. El final es de una contundencia inapelable, porque Dios vendrá con toda su fuerza: «¿Qué hará el dueño de la viña? Vendrá, hará perecer a los labradores».

Sin embargo, al inicio da la impresión de haberse quedado sin fuerzas mucho antes, porque en su infinita paciencia va perdiendo uno por uno todos sus criados, hasta que solo le queda el último: «Le quedaba uno, su hijo amado. Y lo envió el último, pensando: “Respetarán a mi hijo”». Es como si con el envío de su Hijo Dios hubiera agotado sus fuerzas. Es lo último que le queda. El último que puede hacer cumplir su voluntad. ¿Cómo podría entonces aplastar a los labradores?

Con todo, parece que la siguiente pregunta engarza bien la parábola: «¿No habéis leído aquel texto de la Escritura: “La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular”?».

La fuerza con la que el Padre derrota a sus adversarios es con la derrota de su Hijo. La derrota es su victoria. La piedra desechada es la piedra angular. Pensaron que si acababan con el Hijo de Dios podrían adueñarse de la vida, pero con su muerte el Hijo de Dios se ha revelado como la fuente de la vida. Cuando prescindimos de Cristo la vida pierde su fuerza y se agota.