La cristiandad de Dante - Alfa y Omega

En el Medievo hubo dos cristiandades: una primera, rural y pobre, la de san Benito, dominada por monasterios románicos y castillos, y una segunda cristiandad, urbana y rica, la de san Francisco de Asís, una Europa de catedrales góticas, universidades y gremios. En la obra de Dante se ve cómo este tenía perfecta conciencia histórica del significado del cambio que tuvo lugar en su época de una a otra cristiandad.

Lo cierto es que la Iglesia del periodo 1100-1350 vivió una época de esplendor espiritual y cultural que brilla con luz propia si lo comparamos con los siglos precedentes. El renacimiento del siglo XII, que lo cambió todo en materia cultural, también supuso una decisiva mutación en el campo de la religiosidad. Cristo comenzó a ser visto de nuevo como Dios hecho hombre, el varón de dolores, y no solo como el supremo Juez del universo. Una rendida compasión por los dolores del Salvador penetró la espiritualidad de la época de los trovadores y estuvo marcada por un sentimiento dominante: la ternura.

De hecho, se puede afirmar, con André Vauchez, que la época que se extiende desde finales del siglo XI hasta principios del siglo XIII fue verdaderamente «la edad de Cristo». Su madre, la Virgen María, cuyo culto había sido anteriormente una devoción más propia del Oriente bizantino que del Occidente latino, fue ascendiendo poco a poco en el corazón del pueblo llano hasta ocupar la preeminencia entre la miríada de santos del cielo. Desde entonces es la reina indiscutida e indiscutible de las almas católicas sencillas.

Esta nueva devoción por Cristo como varón de dolores y no solo como Hijo de Dios entronizado también trajo consigo una nueva visión del Jesús pobre y mendicante. Y con ello de la propia pobreza. Dante se hace eco de esta mutación espiritual en los cantos del «Paraíso» de su Divina comedia, cuando exalta las figuras de los tres santos pobres del siglo XII: san Bernardo, santo Domingo de Guzmán y san Francisco.

Pero es a Francisco a quien consagra casi íntegramente el canto XI del «Paraíso». Dante plantea el canto en forma alegórica, como si se tratara de una historia de amor cortés entre una bella dama, la Dama Pobreza, y el Poverello de Asís, un enamorado pretendiente que lo deja todo por ella para hacerla su esposa, a aquella que, tras desposarla el propio Cristo, habría estado «más de 1.000 años sola, abandonada y despreciada», aquella viuda que «habría sufrido en la cruz junto con Cristo».

El autor acaba de publicar La Europa de Dante (El Buey Mudo).