La Constitución y la buena política - Alfa y Omega

La Constitución y la buena política

Toca reivindicar esa política que no se queda en «promesas imposibles», que supera prejuicios, y busca el bien común

Alfa y Omega

El pasado lunes, 6 de diciembre, recordamos el referéndum por el que nueve de cada diez españoles dijeron –dijimos– sí a la Constitución de 1978, que nos ha dado varias décadas de desarrollo, convivencia y paz. En palabras del arzobispo de Madrid, cardenal Carlos Osoro, en su cuenta de Twitter, no hay que absolutizar el texto, que «no es un dogma ni algo inamovible», pero sí hay que celebrar que entonces supimos «ponernos de acuerdo, ceder para vivir juntos y sumar esfuerzos en busca del bien común». Ahora, en un momento de fuerte polarización y de polémicas estériles, no podemos tirar todo por la borda.

Como subrayó el Papa Francisco en su encuentro con autoridades, sociedad civil y cuerpo diplomático el pasado sábado, 4 de diciembre, en Atenas, la cuna de la democracia, «esta requiere la participación y la implicación de todos y por tanto exige esfuerzo y paciencia». La democracia «es compleja» –aseveró– y hay que aunar más esfuerzos que nunca en su defensa porque, como vemos en España y en buena parte de Occidente, cuando se producen crisis de diversa índole y emerge el hartazgo, «el autoritarismo es expeditivo» y resultan muy atractivas «las promesas fáciles propuestas por los populismos».

Hoy toca reivindicar la «buena política», esa que no se queda en «promesas imposibles», que supera obsesiones y prejuicios ideológicos, y busca el bien común, con una preocupación especial por los más débiles. La Transición no fue perfecta, tal y como reconoce Óscar Alzaga en Alfa y Omega, pero los dirigentes políticos de entonces supieron tirar de «pragmatismo» para que España pudiera encarar mejor el futuro. Igual que entonces hay que pasar «del partidismo a la participación, del mero compromiso por sostener la propia facción a implicarse activamente por la promoción de todos», en expresión de Francisco en su último viaje. Nos la jugamos cada uno de nosotros.

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