La canonización del primer laico indio es un «llamamiento contra el fanatismo»
En un momento en el que el hinduismo radical ha intensificado sus ataques contra la Iglesia, varios representantes políticos participarán en la ceremonia en Roma
La India tendrá, a partir de este domingo, a su primer santo laico. El Papa Francisco canonizará a Devasahayam Pillai, junto a Carlos de Foucauld y a otros ocho beatos. Converso del hinduismo al cristianismo, fue asesinado por odio a la fe en 1752. Benedicto XVI reconoció su martirio en junio de 2012, y el 2 de diciembre fue beatificado en la diócesis de Kottar. Su canonización se produce tras el reconocimiento de un milagro atribuido a su intercesión.
Inscribirle en el libro de los santos reviste especial importancia en el contexto actual de su país. En los últimos meses, la India ha visto un recrudecimiento de los ataques contra la Iglesia. John Kulandai, secretario de la Comisión de Vocaciones, Seminarios, Clero y Religiosos de la Conferencia Episcopal de la India, subraya que a pesar de ello la Iglesia no ha caído en la tentación de darle un perfil bajo a este «hecho glorioso».
Al contrario. En Roma estarán presentes el ministro nacional para Asuntos de las Minorías, John Barla; y los ministros de Asuntos de las Minorías, de Información y Tecnología, y el presidente de la Comisión de Minorías del estado de Tamil Nadu. Además, se está preparando una celebración nacional de acción de gracias que tendrá lugar días después en Kanyakumari, cerca del lugar donde fue martirizado.
Los únicos que «han presentado alguna objeción», explica, son algunos grupos hinduistas, y en especial el Vishwa Hindu Parishad (Consejo Hindú Mundial). «Aseguran que la situación en el país siempre ha sido pacífica», ocultando las «calamidades» basadas en el sistema de castas que se cometían contra los miembros de las clases bajas durante el reino de Travancore.
Una familia con el favor real
Hijo de un brahmán y de una madre de una casta guerrera, gracias a la influencia de su familia en el palacio real Pillai, nacido en 1712 con el nombre de Neelakanta, pronto entró a servir en la corte de Marthanda Varma, rey de Travancore. En 1741, una expedición de la Compañía Holandesa de las Indias Orientales fue derrotada en la batalla de Colachel. Su capitán, Eustachius de Lannoy, se rindió y fue capturado. Poco después el rey lo indultó a cambio de servir en su ejército, que actualizó y adaptó al modo de combate occidental.
Durante ese período, Neelakanta se hizo amigo de De Lannoy, y comenzó a interesarse por su religión. Se convirtió, y el jesuita padre Buttari lo bautizó en 1745. Se llamó Devasahayam, traducción de «Lázaro» a la lengua local. También su mujer se hizo cristiana con el nombre de Gnanapoo Ammaal, equivalente a Teresa en tamil.
Su conversión no fue bien vista entre los brahmanes y los señores feudales. Y decidieron acabar con él. La ocasión se presentó cuando el recién converso acudió a un alto funcionario para pedirle madera, que «el padre Buttari necesitaba para construir una iglesia», relata el padre Kulandai. El funcionario, «que estaba esperando una oportunidad para atrapar al neófito, pidió al marajá que actuara» contra él.
Bendijo la pistola
Fue detenido, y torturado durante tres años. De Lannoy intentó seguir la situación de su amigo, pero según el testimonio del padre Buttari, «el rey le envió un mensaje y le ordenó que no interfiriera». Por otro lado, añade Kulandai, De Lannoy consideraba el martirio como un honor. Cuando el carcelero de Devasahayam, que había tenido un hijo gracias a sus oraciones, le ofreció escapar, consultó al militar holandés. Este «le respondió que no debía huir, sino esperar a la voluntad de Dios y estar dispuesto a sufrir todo por su mayor gloria».
Más tarde, el marajá dio orden de abandonar a Devasahayam en las colinas de Aralvaimozhy. Allí, empezó a dedicarse a la oración. Pronto los habitantes de las aldeas vecinas empezaron a visitarlo por su fama de santidad. Las élites hindúes del reino no podían permitirlo, y enviaron a un grupo de soldados a matarle. Cuenta la tradición que cuando lo encontraron, el 14 de enero de 1752, al ir a dispararle las armas no funcionaron. El reo cogió una de ellas, la bendijo y se la devolvió al verdugo, que no dudó en usarla.
Beber estiércol
Los intentos de negar esta historia se remontan a comienzos del siglo XX. Pero se recrudecieron en 2004, cuando el Consejo Episcopal de Tamil Nadu y la Conferencia Episcopal India mostraron su apoyo a que se abriera la causa de canonización. Se ha puesto en duda casi toda la información relativa al caso. Pero existen, responde Kulandai, «pruebas del mismo año de su martirio», con el relato de «testigos de primera mano».
Una de las estrategias más repetidas es asegurar, sin ninguna prueba o dato, que «probablemente fue sorprendido traficando con secretos políticos». También se afirma que en la época ese reino era tolerante con los cristianos. Aunque es verdad que los de rito siriaco «se consideraban conversos de las castas superiores» y «no sufrían ninguna discriminación», no era así cuando un hindú se convertía al catolicismo romano.
Aunque fuera noble, explica Kulandai, pasaba a ser incluido en las castas bajas, o incluso entre los intocables. Era frecuente dirigirse a ellos con el término despectivo chandala. Y se les trataba en consecuencia. Además de las denuncias y los abusos físicos que podían sufrir, a algunos se les forzaba a volver al hinduismo. Para ello, debían «beber estiércol de vaca mezclado con agua» para purificarse del agua bautismal.
Desacreditar a la Iglesia
El responsable de vocaciones y clero de la Conferencia Episcopal de la India explica que la manipulación de la historia de Pillai encaja dentro de otros ataques contra entidades cristianas, acusadas de promover conversiones forzosas. «Su objetivo fundamental es desacreditar la labor de los cristianos en la educación, la medicina y la atención a los pobres y huérfanos» para ponerle fin, dentro de su plan para «declarar el país como una nación hindú».
Con todo, está convencido de que «la mayor parte de la gente entiende que el problema que crean algunos grupos en torno a lo sentimientos contrarios a la conversión no se basa en hechos». De hecho, «apenas hay un incremento de la población cristiana en el país», más allá del proporcional al de la población general. Asimismo, asegura que «identificar su muerte como martirio lanza un llamamiento a todas las personas de buena voluntad de cualquier religión para estar alerta contra el fanatismo».