La basílica de San Pedro acoge la Misa funeral por el cardenal Martínez Somalo - Alfa y Omega

La basílica de San Pedro acoge la Misa funeral por el cardenal Martínez Somalo

El cardenal Giovanni Battista Re ha oficiado la Eucaristía, en la que ha recordado a un hombre que vivió sus últimos días sereno, tranquilo y en abandono confiado a la voluntad de Dios

Redacción
Un momento del funeral del cardenal Martínez Somalo. Foto: Vatican News

Toda una vida «al servicio del Papa, de la Santa Sede y de la Iglesia universal». Así lo ha subrayado el cardenal Giovanni Battista Re, decano del Colegio de cardenales, durante la Misa funeral del cardenal Eduardo Martínez Somalo en la basílica de San Pedro, informa Vatican News. Unos trabajos, ha añadido, que siempre cumplió con espíritu de servicio, en «plena fidelidad al Papa y entrega generosa por el bien de la Iglesia y por la salvación de las almas».

Martínez Somalo, que entre otros ocupó el cargo de camarlengo de la Iglesia católica, falleció en su casa de Roma el pasado 10 de agosto a los 94 años. Fue descrito durante su funeral como un «hombre de temperamento pacífico, bondadoso y acogedor, dotado de una aguda inteligencia para captar el núcleo de los problemas y una gran capacidad para evaluar a las personas y los acontecimientos».

Fiel a su lema cardenalicio, Caritas el veritas, fueros estas dos palabras, caridad y verdad, las que «lo guiaron a lo largo de su vida y orientaron su trabajo», ha observado el cardenal Re en la homilía. Ha recordado también cómo fue uno de los hombres más cercanos al Papa san Juan Pablo II, tanto que cuando sufrió el atentado, Martínez Somalo «llegó inmediatamente al Policlínico Gemelli y permaneció allí hasta que el Pontífice se despertó tras la larga operación». En los días siguientes, «pasó una hora diaria al lado del Papa».

No descuidó tampoco su actividad pastoral, «dedicándose de manera particular al mundo del sufrimiento». Las fuerzas comenzaron a fallarle a los 85 años, tanto que «no le permitían ni siquiera salir de casa». Desde allí seguía todos los acontecimiento de la Iglesia, llevando una vida «alegre», dedicado a la oración y a la celebración de la Eucaristía.

El cardenal decano ha reconocido que, cuando iba a verlo, se sentía admirado por su serenidad, tranquilidad y abandono en Dios. Al final de sus charlas repetía a menudo una exclamación: «Me encomiendo a ti, Jesús, porque puedes todo; me encomiendo a ti porque lo sabes todo; a ti me encomiendo, Jesús, porque a pesar de todo me amas».

Sus últimos tiempos de vida, ya «en lento pero inexorable declive», los vivió abandonado plenamente a la voluntad de Dios, «sostenido y avivado por la gran esperanza cristiana» y siempre con palabras de agradecimiento a cuantos lo ayudaban.