El Nobel sudafricano John Maxwell Coetzee publica en español antes que en inglés esta escueta novela que se coge con ganas, pero que va perdiendo fuelle de forma exponencial al avance de páginas. Narra la extravagante relación entre Witold Walczykiewicz y Beatriz, que arranca en el barrio Gótico de la ciudad de Barcelona tras un concierto. Él es un pianista polaco, entendemos que divorciado, de 72 años, no del todo mal llevados a pesar de su rostro cadavérico, su melena plateada y sus fríos ojos azules a lo Max von Sydow (¿sospechoso retrato robot del propio Coetzee?). Ella, española, es una elegante esposa de banquero, de casi 50 años, inteligente, educada y culta —nos dice el autor—, pero no reflexiva, que ocupa sus días en obras benéficas. Ocurre que Witold se enamora de ella como un adolescente, y que ella acaba accediendo a intimar un año después por cierta inercia de los acontecimientos que él provoca con sus galanteos en la distancia, movida un poco por la curiosidad, tal vez el aburrimiento, y, sobre todo, por un sentimiento que define en varias ocasiones, sin pudor ninguno, como «lástima» hacia su irreductible enamorado al que, solemne, nota envejecer a pasos agigantados hasta morir, sin cesar en su empeño y secreto delirio de amante.
Lo cierto es que nos las prometemos muy felices en los dos, casi tres, primeros capítulos, lánguidos y decadentes, al compás de la música o el eco de Chopin. Nos auguran disquisiciones seductoras sobre arte, belleza y bondad, también sobre música y poesía, que, sin embargo, quedarán diluidas en la anécdota de la infidelidad, se perderán casi en lo blasfemo, y no llegarán jamás a cumplirse. Hay una voluntad constante de narración sociológica pero no literaria, de revisión de los amores trágicos de Dante y Beatriz, y, en algún punto, de los de Orfeo y Eurídice.
Ni de lejos funciona tan ambiciosa correspondencia alegórica sobre el papel; todo es un espejismo posmoderno y no se alcanza ninguna estela de leyenda, sino todo lo contrario: se banaliza la experiencia, el amor se ancla a lo terreno y, por mucho que lo pretendamos, no nos apercibimos de ningún despegue ni elevación. El leitmotiv dantesco no nos satisface en absoluto, nos atrevemos a decir que es fallido. Acaso en el malditismo del polaco haya más una sarcástica reencarnación del espíritu del Werther de Goethe y sus deseos imposibles, que, por otro lado, ya nos cargan un poquito a la hora de hacer una relectura.
No es esta más que una historia tibia, disfrazada de falsa serenidad, entre un artista venido a menos, algo pánfilo, y una mujer apática que ha tirado la toalla con la crisis que arrastra su matrimonio; una historia breve, intensa y azarosa entre dos personas solitarias e introvertidas que son incapaces, en ningún momento, de superar las barreras idiomáticas y culturales para, más allá de entenderse en lo básico, comprenderse en lo profundo. Él es un romántico en sus acepciones autodestructivas, y ella, aunque no lo parece al comienzo, una cínica de vuelta de todo. Ambos asfixian cualquier posibilidad de amar en los estrechísimos límites de su propio ego, toda intención amorosa les rebota en las paredes del yo. Es la suya una huida hacia adelante, que comprende parada en Mallorca, en un otoñal Sóller, y en una triste Varsovia, que no Brasil, como destino final.
Lo explica muy bien, con todo esto, en el fondo, J. M. Coetzee. Es un mago de la palabra que, incluso, convierte los adjetivos del difuso discurso en inglés del polaco en dardos certeros que diseccionan sendas almas como bisturíes inclementes. Witold y Beatriz tienen dinero y éxito. Pero están descontentos, no son «dichosos» ni «bienaventurados»: not blessed.
J. M. Coetzee
El hilo de Ariadna
2022
144
15,90 €