Joseph Weiler: «El laicismo nunca es una elección neutral» - Alfa y Omega

Joseph Weiler: «El laicismo nunca es una elección neutral»

El catedrático estadounidense es el primer judío que recibirá este jueves el Premio Ratzinger, una prestigiosa distinción que destaca las contribuciones más señaladas cada año en el diálogo entre la fe y la razón

Victoria Isabel Cardiel C.
El Premio Ratzinger durante su visita a la Universidad de Navarra el pasado 13 de octubre. Foto: Universidad de Navarra / Manuel Castells.

Ha dedicado los últimos 25 años al estudio del proceso de integración europea. ¿Se sostiene la existencia de una Europa no cristiana?
Depende de lo que entendamos por una Europa cristiana. Si nos fijamos en la identidad cultural europea (en las materias de arquitectura, arte, música, literatura), o en su cultura política —que pone al ser humano en el centro—, son innegables las profundas y duraderas raíces cristianas. La identidad cultural europea es una fusión inextricablemente unida de Atenas y Jerusalén. Es desmoralizador que los Estados miembro se negasen a mentar las raíces cristianas en la Constitución redactada a principios de la década de los años 2000.

Pero si definimos una Europa cristiana como una politeia en la que el cristianismo es una parte viva y vibrante del tejido social, la respuesta es que hace tiempo que ha dejado de serlo.
En la mayoría de los Estados miembro las iglesias están vacías; solo el 5 % de los cristianos de Francia asisten regularmente a Misa. Se trata de un nuevo cristianismo post Constantino en el que los cristianos son una minoría. No se les echa a los leones, pero se enfrentan a una no pequeña cristofobia.

¿Qué peso ha tenido el cristianismo en la integración europea?
El mayor logro duradero de la integración europea ha sido la redefinición de las relaciones entre sus Estados miembro, asegurando el largo periodo de paz de los últimos siglos. Esto se consiguió tendiendo una mano de reconciliación, en lugar de venganza, a Alemania no más de cinco años después de la carnicería de la Segunda Guerra Mundial. Fue una decisión políticamente astuta, pero también espiritualmente ennoblecedora, tomada gracias a la sensibilidad católica de los cuatro padres fundadores, todos ellos católicos practicantes, que ejercían la virtud del perdón y la creencia de que la redención está disponible para todos. Hoy vivimos en una cultura de derechos individuales. Y así debe ser, porque es lo que nos define como democracias. Pero hemos perdido por completo la cultura de los deberes individuales. Eso, en mi opinión, es una consecuencia del secularismo. No se equivoque: no juzgo a las personas en función de su religión. Conozco a personas religiosas que son seres humanos horribles, y conozco a personas laicas que son nobles. Pero cuando la Iglesia era una parte potente de nuestra cultura, semana tras semana, había un mensaje de deberes. Esa voz ya no forma parte de nuestra cultura.

Existe una gran presión social para relegar el cristianismo al ámbito de lo privado. ¿Podemos aceptar esto como una consecuencia del secularismo?
Los cristianos no han sido relegados al ámbito de lo privado. Se han consignado a ese ámbito ellos mismos. Han interiorizado esa propuesta de la Revolución francesa de que la religión es un asunto privado. Conozco a demasiados cristianos que se persignan antes de una comida en casa y dan las gracias, pero nunca harían lo mismo en un restaurante o en el comedor del trabajo. Viven como marranos —término que hace referencia a los judeoconversos que seguían observando clandestinamente sus costumbres y su anterior religión—. Los cristianos también han aceptado como Palabra de Dios la absurda proposición de que el laicismo es una forma de neutralidad. Un Estado puede elegir, como hacen los franceses en su Constitución, y definirse como laico. Pero nunca es una elección neutral. ¿Qué es más neutral, un Estado que en nombre de la neutralidad solo financia las escuelas públicas laicas, o un Estado, como el Reino Unido y los Países Bajos, que financia en igualdad de condiciones las escuelas laicas y las religiosas?

Bio

Profesor de la Universidad de Nueva York, es uno de los mayores expertos en el derecho que rige la Unión Europea. En 2010 representó a Italia ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, que acabó anulando la decisión de la Cámara que establecía que el Estado no podía imponer símbolos religiosos en las escuelas, por 15 votos contra dos.

En su libro Una Europa cristiana usted habla del gueto cristiano europeo. ¿Podría explicarlo?
¿Es tan malo ser un provocador? Cuando uno es cristiano en casa los domingos, y ciudadano del mundo en la esfera pública, el gueto se lo ha impuesto uno mismo.

Usted representó a Italia ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos en un caso sobre la exhibición de crucifijos en las escuelas. Pero sigue habiendo muchos gobiernos que tienen la convicción de que no puede haber ninguna alusión o referencia a la religión en el espacio público oficial del Estado. ¿Qué les diría a los que quieren quitar los crucifijos de los edificios públicos en nombre de la libertad de religión?
Tenemos en Europa un bien constitucional común que todos nos hemos comprometido a respetar. A nivel individual, debemos garantizar tanto la libertad de religión como la libertad frente a la religión. Pero a nivel colectivo, en relación con la identidad colectiva de nuestras diferentes sociedades, no debemos borrar nuestro patrimonio, que muchas veces es religioso. Por ejemplo, el rey de Inglaterra es el jefe de la Iglesia anglicana. ¿Debemos por ello retirar sus fotos de todos los espacios públicos? La Constitución alemana comienza con una referencia a nuestra responsabilidad ante Dios. ¿Debemos prohibir su lectura en nuestras escuelas? Sencillamente, ningún Estado tiene la obligación de borrar su identidad en sus símbolos, banderas y otros marcadores en nombre de la libertad. El Reino Unido, la madre de las democracias, es un país anglicano con una Iglesia establecida y tres cruces en su bandera. Respetan escrupulosamente la libertad de religión individual de otra confesión y la libertad de religión de su población, mayoritariamente secular.

Francisco: «La contribución del pensamiento de Benedicto XVI sigue siendo fecunda y activa»

El Papa Francisco ha reivindicado este jueves la contribución de Benedicto XVI al pensamiento y a la Teología durante la entrega del Premio Ratzinger a Michel Fédou y Jospeh Weiler.

«Es importante para reafirmar que la contribución de su obra teológica y, en general, de su pensamiento sigue siendo fecunda y activa», ha explicado el Pontífice. En su opinión, siguen siendo una referencia actual, «no dirigida al pasado, sino fecunda para el futuro, para la aplicación del Concilio Vaticano II y para el diálogo entre la Iglesia y el mundo de hoy».

Y concluye: «Estas aportaciones nos ofrecen una sólida base teológica para el camino de la Iglesia: una Iglesia viva, que él nos enseñó a ver y vivir como comunión, y que está en movimiento guiada por el Espíritu del Señor, siempre abierta a la misión de anunciar el Evangelio y servir al mundo en el que vive».