José Cobo visita la prisión de Soto del Real: «Dios viene a nuestros portales estén como estén»
El arzobispo de Madrid ha realizado una visita pastoral en la que ha insistido a los presos en que «todos somos dignos y un lugar de Navidad»
«Hay que acabar con el mito de que el preso es un ser distinto. Son personas que tienen su dignidad y que estén encerrados no quiere decir que sean invisibles», cuenta a Alfa y Omega el cardenal arzobispo de Madrid, José Cobo. En la mañana del 27 de diciembre ha realizado una visita pastoral a la prisión de Soto del Real, donde ha celebrado una Misa para unos 300 internos e impartido los sacramentos de iniciación cristiana a tres de ellos.
«El salón de actos está a rebosar cada vez que acudimos, celebran la Eucaristía semanalmente y es una comunidad muy viva», recalca el recientemente creado cardenal, quien valora que el espacio «ya lo tiene todo preparado» para convertirse cuando sea necesario en una gran capilla. Considera que la celebración «ha sido muy honda y seria» y ha permitido a todos «tocar el sentido de la Navidad». En su homilía, «les he dicho que saboreen que Dios viene a nuestros portales estén como estén. Todos somos dignos y un lugar de Navidad».
A José Cobo le ha llamado la atención que, entre los presos, «el clima de oración es muy bueno porque es gente acostumbrada a afrontar las heridas de la vida». «Tenemos que saber que rezan mucho por nosotros», reivindica. Y señala que la Navidad es un periodo especialmente sensible para ellos: «Nos cuentan cómo están y les duele pasar estos días lejos de sus familiares y a la gente a la que quieren». A su juicio, «tienen mucho que enseñarnos».
Otro portal de Belén
El arzobispo de Madrid, que ya había visitado el 25 de septiembre Soto del Real por la festividad de la Virgen de la Merced, pone de manifiesto la importancia de «acudir a lugares donde se vive el Evangelio y se hace carne». Considera que tiene especial sentido hacerlo en Navidad porque la prisión, «al igual que el primer belén, está fuera de la ciudad para que a la gente le sea más difícil llegar». Los presos, al igual que los pastores, «son gente que no era bien vista en la sociedad, pero fueron los primeros en recibir a Cristo». Y señala, e insiste en que lo dice en serio, que durante la Misa le parecía escuchar «a los ángeles del portal de Belén porque [el penal] tiene un coro precioso que canta con mucho fervor». Lo que le lleva a definir la cárcel como «un lugar para reconocer que Dios nace y pide ser reconocido por todos».
Antes de ser nombrado arzobispo en junio, José Cono ya había visitado numerosas cárceles dentro y fuera de la archidiócesis de Madrid; como las de Navalcarnero, Estremera o Alcalá-Meco. «Nos tenemos que acostumbrar a que la vida de la prisión esté incorporada en la vida diocesana, no como algo puntual», reivindica. Cuenta que la Pastoral Penitenciaria de la archidiócesis apoya a las familias durante todo el año y que «cuando los internos salen de la prisión hay que acompañarlos y articular todo lo que tenemos para que tengan una desembocadura digna».
Del equipo de Pastoral Penitenciaria subraya que «se intenta coordinar con instituciones» que velan también por el bienestar de los presos, las familias y una correcta reinserción, entre las que tienen un gran peso «las órdenes religiosas y Cáritas». Esta última realiza una «especial incidencia» en sus programas de empleo para garantizar oportunidades a quienes buscan una nueva vida. «El problema que sufre la reinserción es que todavía hay un prejuicio social y un montón de dificultades que intentamos acompañar y entre unos y otros normalizar».
Paulino Alonso es religioso trinitario, la misma orden que liberó en 1582 de la cárcel a Miguel de Cervantes, y capellán de la prisión de Soto del Real. «Voy allí todos los días menos los martes», cuenta a Alfa y Omega. Ha acompañado al arzobispo de Madrid, José Cobo, en su visita del 27 de diciembre. Considera que los internos «agradecen mucho las visitas del cardenal y ya lo hacían cuando estaba Carlos Osoro». Explica que «todo lo que venga de la calle es importante para ellos»; pero que los que son creyentes agradecen especialmente la visita del arzobispo «porque se dan cuenta de que son importantes para la Iglesia de Madrid».
El trinitario cree que de los internos se puede aprender «cómo son capaces de, en medio de los problemas, ir cambiando». Y explica que, aunque «dentro de la prisión hace frío porque es de hormigón, se puede encontrar calor en la solidaridad entre unos y otros».
Pide mayor comprensión de la sociedad hacia las personas que han cometido un error: «La gente rechaza las cárceles y las ponen cada vez más lejos, como los basureros que huelen mal». Lamenta que «a los presos los alejamos porque son molestos». Si estuvieran cerca de los núcleos urbanos, «sería mejor para que las familias pudieran ir a verlos. Es un problema lo lejos que están», asegura. Él, que cada día va a visitarlos en coche porque no se puede pernoctar allí, recuerda que el penal «se encuentra a 40 kilómetros de la Puerta del Sol».
Por último, como fruto de su experiencia trabajando en las cárceles explica que «cuando ven que eres uno de ellos, caminas a su lado y les tienden la mano, lo aceptan y acogen y ven representado el rostro de Jesús».