Jornada Evangelium vitae, dentro del Año de la fe. «Dios el Viviente es misericordioso» - Alfa y Omega

Jornada Evangelium vitae, dentro del Año de la fe. «Dios el Viviente es misericordioso»

«Dios es el Viviente, el que da la vida e indica la senda de la vida plena»; además, este Dios «Viviente, es misericordioso». Fue el mensaje que más recalcó el Papa Francisco durante la Misa de clausura de la Jornada Evangelium vitae. También exhortó a los fieles: «Digamos al amor y no al egoísmo, digamos a la vida y no a la muerte; en una palabra, digamos a Dios, que es amor, vida y libertad, y nunca defrauda»

María Martínez López
El Papa bendice a un enfermo antes de la Misa de la Jornada Evangelium vitae.

Dar gracias «al Señor por el don de la vida en todas sus diversas manifestaciones», y, al mismo tiempo, «anunciar el Evangelio de la vida»: así explicó el Papa Francisco los objetivos de la Jornada Evangelium vitae, que se celebró en Roma el fin de semana pasado, dentro del Año de la fe. El domingo, en la homilía de la Misa de clausura, ante las cien mil personas que se congregaron en la Plaza de San Pedro, el Santo Padre subrayó cómo, «con frecuencia –lo sabemos por experiencia–, el hombre no elige la vida, no acoge el Evangelio de la vida, sino que se deja guiar por ideologías y lógicas que ponen obstáculos a la vida, que no la respetan, porque vienen dictadas por el egoísmo, el propio interés, el lucro, el poder, el placer, y no están dictadas por el amor, por la búsqueda del bien del otro. Es la constante ilusión de querer construir la ciudad del hombre sin Dios, sin la vida y el amor de Dios». El resultado «es que el Dios vivo es sustituido por ídolos humanos y pasajeros, que ofrecen un embriagador momento de libertad, pero que al final son portadores de nuevas formas de esclavitud y de muerte».

Digamosal amor y la vida

Con todo, si un mensaje quiso dejar claro el Papa, repitiéndolo varias veces, es que Dios, no sólo «es el Viviente, el que da la vida e indica la senda de la vida plena», sino que, además, «Dios, el Viviente, es misericordioso», y capaz de perdonar a quien ha abandonado esa senda. El Santo Padre concluyó exhortando a los fieles a mirar «a Dios como al Dios de la vida; miremos su ley, el mensaje del Evangelio, como una vida de libertad. El Dios vivo nos hace libres. Digamos al amor y no al egoísmo, digamos a la vida y no a la muerte, digamos a la libertad y no a la esclavitud de tantos ídolos de nuestro tiempo; en una palabra, digamos a Dios, que es amor, vida y libertad, y nunca defrauda». Encomendó de forma especial esta intención a María, Madre de la Vida.

La convocatoria de esta Jornada atrajo a Roma a fieles y representantes de entidades provida de toda Italia, de diversos países europeos, e incluso de otros tan distantes como Canadá, Argentina, Costa Rica, Japón, Australia y Nueva Zelanda. Durante el sábado por la mañana, participaron en distintas catequesis por idiomas. Por la tarde, como en todos los actos del Año de la fe, peregrinaron a la tumba del apóstol san Pedro. Ese mismo día, por la noche, tuvo lugar otro de los actos centrales: una procesión con antorchas que concluyó en la Plaza de San Pedro con algunos testimonios, un rato de oración en el que se pidió, entre otras cosas, para que los médicos sean verdaderos «custodios de la vida humana» en todas sus etapas; y la proclamación del credo.

En torno a la Jornada, además, se organizaron en Roma otros encuentros, muestra del compromiso de la Iglesia en la defensa de la vida. Por ejemplo, el Consejo Pontificio de Pastoral Sanitaria organizó, los días 14 y 15, un Congreso internacional sobre El niño como persona y como paciente; un tema de gran actualidad, en un momento en que la eutanasia infantil amenaza con llegar a Bélgica y Canadá. El sábado, también se celebró un encuentro de los responsables, en toda la Unión Europea, de la Iniciativa Legislativa Europea One of us, en defensa del embrión.