San John Henry Newman, por Ricardo Ruiz de la Serna - Alfa y Omega

La Iglesia celebra este viernes la fiesta de san John Henry Newman, beatificado por Benedicto XVI en 2010 y canonizado por Francisco en 2019. Este 9 de octubre recordamos a este gigante intelectual de la modernidad y a este ejemplo de honradez y coherencia entre pensamiento y vida.

La Editorial Encuentro ha decidido dedicar este mes a la memoria de este hombre que se atrevió a hacer lo que muchos elogian y pocos osan: cambiar de idea. Pasó del anglicanismo al catolicismo después de una evolución que lo llevó, a través de la filosofía y la teología, al encuentro con Cristo en su Iglesia. Muchos se jactan de no moverse, de «estar donde siempre han estado». Newman nos admira porque se atrevió a seguir a Cristo dejando sus seguridades, su prestigio y el reconocimiento de sus pares en la Iglesia de Inglaterra.

El periodo de confinamiento me brindó la posibilidad de leer la excelente edición conmemorativa de la Apologia pro vita sua que Encuentro publicó con ocasión de su canonización el 13 de octubre de 2019. Pensé –¡ay de mí!– que me lo podría llevar de viaje a Tierra Santa, pero no hubo forma. Hizo falta el encierro para que leyese como es debido este volumen magnífico. A Newman no se lo puede despachar en dos patadas y mucho menos en esta edición anotada y enriquecida con textos de los Papas sobre nuestro santo y con una presentación del profesor de Oxford y sacerdote Ian Ker, el gran estudioso de Newman.

Es un libro admirable por su coraje y su humanidad. Todo comenzó con la publicación de un panfleto que atacaba a Newman, retirado en su Oratorio de Inglaterra y sumido en el silencio. ¡Qué fácil resulta difamar a un cura! Pero Newman respondió y su respuesta resonó en toda Inglaterra. Newman explicó, con modestia, pero también con firmeza, la trayectoria vital que lo había conducido a la Iglesia católica. En estas páginas resuena el eco lejano de San Agustín en busca de algo que satisfaga su deseo de infinito. Nuestro hombre escribe líneas que hubiera firmado, sospecho yo, el santo de Tagaste: “si no fuera por esa voz que habla tan claramente a mi conciencia y a mi corazón, yo sería ateo, panteísta o politeísta al mirar el mundo”.

Por supuesto, Newman no se agota en la Apologia, a pesar de que sea mi obra favorita. Me conmueve un párrafo de su “Discurso a las congregaciones mixtas” que Benedicto XVI citó en su misa de beatificación: «Si vuestros sacerdotes fueran ángeles, hermanos míos, ellos no podrían compartir con vosotros el dolor, sintonizar con vosotros, no podrían haber tenido compasión de vosotros, sentir ternura por vosotros y ser indulgentes con vosotros, como nosotros podemos; ellos no podrían ser ni modelos ni guías, y no te habrían llevado de tu hombre viejo a la vida nueva, como ellos, que vienen de entre nosotros». Cuando leí por primera vez estas líneas, yo no podía valorar –como creo que ahora puedo– la importancia de que otro llore con nosotros y comparta nuestro dolor.

En este día, este blog se encomienda a san John Henry Newman, presbítero, cardenal, pastor y pensador en un tiempo muy similar al nuestro.