Joan Planellas: «La Iglesia tiene el deber de sanar heridas»
Analizamos con el arzobispo de Tarragona la situación religiosa y política de Cataluña
Se cumplen 25 años del Concilio Provincial Tarraconense. ¿Cómo ha cambiado la Iglesia en Cataluña en este tiempo?
Lo expresamos en el texto [Espíritu, ¿hacia dónde guías nuestras iglesias?] que los obispos hemos hecho público en enero: «La categoría de los alejados se ha convertido ahora en la categoría de los indiferentes, y la cultura católica, detectada antes en no pocas de aquellas personas alejadas, va desapareciendo entre quienes se hallan en la franja de edad situada por debajo de los 50 años, y más particularmente entre los más jóvenes». Es un cambio muy significativo y realmente importante no solo significarlo, sino más bien ponerlo en la base de las decisiones que deberemos tomar en un futuro inmediato acerca de la pastoral conjunta que nos hemos propuesto potenciar y tomar en consideración. Cabe una más profunda inmersión en las nuevas generaciones de hombres y mujeres que han nacido, crecido y han sido educados lejos de los valores cristianos o sin tenerlos en cuenta, puesto que sus padres son los que han operado el cambio que he mencionado antes. La profunda conexión existente entre el documento del concilio del año 1995 y el Concilio Vaticano II debe ahora extenderse a la Iglesia del siglo XXI.
¿Qué actualidad tiene?
La actualidad se mide en retos. «De hecho, con la irrupción de diferentes fenómenos culturales y sociales de gran alcance como la globalización, la secularización y la cuarta revolución tecnológica ha aumentado la indiferencia religiosa general y ha eclosionado una religiosidad individualista alejada de las confesiones religiosas tradicionales», decimos en el texto. Si se han roto los ancestrales mecanismos de transmisión de la fe, hemos de acertar en nuevas propuestas que hagan atractivo el mensaje. Lo conseguiremos si sabemos comunicar el Evangelio en estas circunstancias, sin temer a ningún campo de actuación, yendo donde se debate ahora el futuro, compartiendo con la gente en sus entornos. Incluye adentrarnos en los nuevos caminos de la comunicación, redes sociales y entornos digitales como nuevos misioneros.
¿Cuál es el principal reto de la Iglesia en Cataluña?
Lograr que la presencia del Evangelio sea significativa. Tenemos que hacernos presentes fuera de los templos, de las parroquias y de las realidades intrínsecamente eclesiales para encontrar a todos aquellos alejados y volverles a enamorar, para que se reencuentren con Jesucristo. Pero hace falta ir aún más allá y acercarnos a las periferias, es decir, a todas aquellas personas y ambientes en los que Jesús es un desconocido. Su propuesta es la que mucha gente espera sin saberlo, y tenemos el deber de darla a conocer.
En aquel concilio se habló del papel de los laicos, de las familias, del rol de la mujer… ¿Fueron las resoluciones adelantadas a su tiempo?
De la misma manera que las resoluciones ya ponían de relieve que era necesaria la integración del laicado en las estructuras de la Iglesia, proponiendo que se hicieran cargo de «responsabilidades directivas», y que se ha observado que su participación no ha dejado de crecer, los obispos nos preguntamos ahora si han sido pasos suficientes y si hemos hecho lo necesario para superar la división entre laicado y clero, o, como dice el documento: «A partir de la conciencia misionera de una Iglesia como Pueblo de Dios, aun manteniendo la distinción ontológica entre sacerdocio ministerial y sacerdocio común, es necesario superar esta división […] entre los que son institucionalmente responsables como ordenados y los que se limitan a colaborar en estas acciones. La misión es responsabilidad de todos y, por tanto, los itinerarios de la acción eclesial han de llevar impregnado el sello de la corresponsabilidad». En otras palabras, debemos saber eliminar del término laico el sustantivo colaborador para pasar a ser actor pleno. Hay que tender hacia la creación de verdaderos equipos pastorales.
Ha citado en varias ocasiones el mensaje de los obispos para este 25 aniversario. Ahí se preguntan si no habría que considerar a Cataluña como un territorio de misión. ¿Lo es ya?
Cataluña es tierra de misión, claro. El mundo es tierra de misión y campo de esperanza.
Según un estudio de la Generalitat de Cataluña, han aumentado las personas que se declaran católicas… ¿Ha ayudado la pandemia a acercarse más a la fe?
Puede ser cierta una aproximación de quienes tienen un substrato de fe en su vida, que aflora en situaciones de necesidad, de penurias o de dificultades. Pero no hay que pasar por alto que se ha instalado en la sociedad un cierto desconcierto, ante todo entre la gente mayor, que es la que llena nuestras iglesias y que han dejado de acudir conmovidos por este desconcierto, la incertidumbre sobre la fragilidad de la vida y el miedo a una situación que no entiendes. Más allá, cabe señalar que muchas personas, cristianas, creyentes e incluso no creyentes, han visto cómo la situación ha propiciado que se pregunten sobre el sentido de la vida o se replanteen la dimensión trascendente del ser humano.
En los documentos del concilio también se habla de política. No han sido años fáciles. ¿Cómo está la situación? ¿Ha afectado a la Iglesia la disputa política?
La sociedad catalana está claramente polarizada e, inmersa en esta sociedad, la Iglesia tiene el deber de sanar heridas, tender puentes, escuchar y, por encima de todo, ayudar a avanzar en el diálogo. Y es en el diálogo sincero, abierto y sin condiciones previas, en el que siempre encontrarán a la Iglesia que peregrina en Cataluña junto a sus semejantes. Es la contribución mejor que podemos hacer a nuestro país: trabajar para que los agentes políticos implanten la justicia y la paz.
¿Qué pediría a los líderes de los distintos partidos políticos ante las elecciones de este domingo?
Quizás parecería obvio, pero la sensatez sería una buena opción para mostrar entre la llamada clase política. No me refiero a la sensatez de la que cada una de las ideas cree tener la exclusiva; más bien, me refiero nuevamente a la sensatez que permite dialogar entre iguales. Por encima de las diferencias ideológicas está la igual dignidad de todas las personas.
El Concilio Provincial Tarraconense (1995) fue un gran acontecimiento para la Iglesia en Cataluña, vinculado a la recepción del Vaticano II. El objetivo era reforzar el compromiso cristiano y anunciar de una manera comprensible la Buena Nueva a los hombres de hoy. Por el 25 aniversario, los obispos catalanes han publicado el documento Espíritu, ¿hacia dónde guías nuestras iglesias?