Jesús Díaz Sariego, OP: «Pretendemos ser más levadura cualificada que número»
En 2015 fue elegido por el maestro de los dominicos como primer provincial de España. Acaba de ser reelegido por los hermanos capitulares
¿Cómo ha vivido esta noticia? ¿Un dominico también debe estar precavido frente al ego?
Supone mucha responsabilidad por mi parte. La responsabilidad tiene que ver con la confianza. Tanto el maestro de la orden como los hermanos capitulares han depositado en mí una confianza que no puedo defraudar. Es verdad que lo he vivido con serenidad, pero después de un cierto temor inicial. ¿Precavido frente al ego? Sí. Es una tentación fácil y hay que estar prevenido. En algunas ocasiones me tengo que decir: «No te lo creas tanto». El esfuerzo de la humildad en asumir lo que te piden supone conocerse uno a sí mismo muy bien, ser consciente de los propios límites y no olvidar que, sin los demás, somos poca cosa.
¿Qué destacaría del primer lustro de la Provincia de Hispania?
Han sido años intensos. Me he tenido que mover mucho. He estado recorriendo las comunidades de la provincia. También quisiera destacar la buena acogida y disposición de las comunidades a la unión provincial. Es un proceso que nos plantea no pocos desafíos, pero no imposible de lograr. En estos primeros años hemos tenido que reforzar nuestra fidelidad al discernimiento en común, al momento social y religioso en el que nos encontramos. Esta fidelidad nos exige cambios, no solo en la siempre necesaria conversión personal de cada uno, sino también en nuestras estructuras.
¿Cuáles son los desafíos a los que se enfrentan en los próximos años?
Un desafío sigue estando muy presente en nuestro capitulo: ¿cómo seguir comprendiendo al mundo, hacernos eco de sus búsquedas, acoger sus alegrías y zozobras y, sobre todo, amar sus heridas? Las heridas de las personas nos preocupan especialmente. Nuestros contemporáneos sufren, y mucho. No podemos mirar hacia otro lado. El Evangelio que predicamos nos lleva a predicar las bienaventuranzas con más fuerza que nunca. Este compromiso ha de ser transformador. Por eso hemos de colaborar con otros muchos, que también aman al mundo, para mejorarlo en la medida de nuestras posibilidades. Queremos estar especialmente con los que más sufren las consecuencias de la pobreza, de la violencia, del descarte en todos los niveles de la vida.
En este sentido, los próximos pasos de la Provincia han de incidir más en la misión y en su pasión por ella. No nos hemos configurado en una sola provincia para perdurar más tiempo como institución, sino para garantizar mejor la misión como Orden de Predicadores. Pretendemos, con ello, ser más levadura cualificada que número. Lo importante está en la calidad de nuestras personas y de la vocación, no en el número. No necesariamente la reducción numérica de las vocaciones ha de ser un lamento. Más bien puede ser una oportunidad del Espíritu para ir a lo fundamental.
¿Cómo es la salud de la orden?
La orden en España está muy asentada desde hace siglos. Precisamente estamos celebrando 800 años de la primera división de la orden en provincias. ¿Gozamos de buena salud? Sí, gozamos de buena salud, porque en la Provincia de Hispania aún hay mucha vida que ofrecer. No nos sumamos a los profetas de calamidades. Es una convicción: están equivocados. La mirada confiada desde Dios más bien nos ayuda a mirar nuestra realidad desde otra perspectiva. No debemos olvidar algo: no siempre se da vida de la misma manera. Cada momento histórico tiene sus propios modos de dar vida. Me apena constatar que algunos no sean capaces de descubrir esto.
¿Cómo se ha adaptado una orden cuyo carisma es la predicación a una sociedad en la que no se profundiza en las cosas? Ahora se retuitean las cosas sin leerlas. ¿Esto ha sido un reto?
Sí, es un reto. No está de moda sumergirse en la profundidad de las cosas. El pensamiento, en lo que tiene de verdad, es paciente. La paciencia requiere tiempo, pero sobre todo serenidad y paz. No hay que cansarse. Ni mucho menos desesperarse. La pereza contemporánea ante la urgencia de profundizar en las cosas, al menos en aquellas que son más importantes para la vida, nos sitúa ante un desafío importante. Hemos de poner más esfuerzo en despertar interés, en educar a las personas en el ejercicio personal de introspección y de reflexión más que en lamentar su carencia.