Jesús Carrascosa: «Quise hacer por Cristo lo que había hecho por el anarquismo»
El nuevo responsable de Comunión y Liberación en España recuerda su primer encuentro con Luigi Giussani, y cómo al fundador de CL «le impactaba cómo vivíamos la amistad los miembros del movimiento» en nuestro país
¿Qué queda del Jesús Carrascosa que conoció a Luigi Giussani en 1975?
Queda fundamentalmente la capacidad de no contentarme con las cuatro cosas que da la vida, sino de luchar por algo grande. En aquella época buscaba la libertad en el ámbito del franquismo, y eso me llevó a un compromiso radical con los pobres, viviendo en Palomeras en una chabola de 32 metros cuadrados durante 19 años. Esa capacidad ideal que luego resultó defraudada se reactivó con el encuentro con don Giussani en 1975, que me hizo descubrir en Cristo el mayor acontecimiento de la vida, porque responde a las exigencias más profundas de nuestro corazón.
¿Qué fue lo que le atrapó de su figura y del movimiento que encabezaba?
El amor a la razón y a la libertad, y el amor a la realidad. Oírle decir que «el hombre religioso es el que vive intensamente la realidad» chocaba profundamente con el análisis realista de Karl Marx, cuando defendía que la religión era el opio del pueblo. En Giussani era verdad lo contrario: la gente del movimiento vivía intensamente la realidad.
Años después vino el mismo Giussani a España, y no fue bien recibido ni por la prensa ni en algunos ámbitos de Iglesia. ¿Qué recuerda de aquello? ¿Por qué esa oposición?
El movimiento en España fue mal recibido porque la imagen que se difundía en el ambiente progresista era totalmente dualista: la fe va por una parte y la vida por otra. El planteamiento de Giussani resultaba enormemente chocante, y se condenaba como un integrismo. Se trataba de evitar que una fuerza así creciera. Pero recuerdo que teníamos un entusiasmo tan grande que todas las dificultades nos parecían pequeñas.
¿Cómo fue que en ese ambiente algo convulso decidieron dar los primeros pasos como CL en nuestro país? ¿Qué les movió?
Mi mujer y yo conocimos a Giussani en una cena en Milán. Después de esa cena, cuando volvíamos en coche, teníamos tal entusiasmo que íbamos comentando cómo empezar el movimiento en España. Estábamos tan impactados por lo que habíamos visto que era como haber visto la luz y desear vivirla y comunicarla. Si había dado la vida y todo lo que tenía por un ideal que me había defraudado, no podía dar menos por un ideal que tenía todas las garantías de ser cierto. Yo esa presencia la había visto en la gente del movimiento, en su capacidad de estudio y conocimiento, en lo amigos que eran y lo felices que parecían. Eso no podía defraudar. Y eso era lo que nos movía: hacer por Cristo lo que habíamos hecho por el anarquismo, pero con una razón mucho más grande.
¿De qué manera CL en España sigue hoy fiel a esa inspiración fundacional? ¿Cómo ve a los miembros del movimiento hoy? ¿Qué perfil percibe?
Creo que seguimos con una fidelidad total al origen. Lo que sí es cierto es que vivimos una época de crisis radical. Todo está en crisis: cultura, economía, política… y también la Iglesia. Inevitablemente, sufrimos la crisis global que padecemos, pero no solo sobrevivimos, sino que gozamos de buena salud. Ciertamente necesitamos un nuevo ímpetu, pero, con la que está cayendo, estar en pie y seguir con entusiasmo es una gracia importante.
¿Qué acento ofrecen los españoles a una realidad con tanto peso en Italia?
La originalidad del movimiento en España es algo que parece muy sencillo, pero es lo más deseado de la vida: la verdadera amistad. A Giussani siempre que venía le impactaba la amistad que teníamos, que superaba cualquier división y diferencia. Por eso enseguida empezó a decir que el futuro del movimiento estaba en España. Lo dijo ya en 1994, y al año siguiente me propuso abrir el Centro Internacional en Italia, y allí nos fuimos mi mujer y yo. Un año más tarde propuso a Julián Carrón como sucesor suyo. Estas decisiones expresaban la estima que tenía por cómo nosotros vivíamos el movimiento.
En su juventud estuvo muy implicado en el movimiento político y cultural de izquierdas. ¿Ve a los jóvenes de hoy despiertos y atentos a la realidad?
Para dominar a un pueblo el poder siempre necesita alienarlo, vaciar su cabeza, adormecer las exigencias de su corazón. Lo que cambia son los medios, que hoy son infinitamente superiores a los que había en el franquismo. La juventud vive sustraída y encerrada en ese microcosmos de lo virtual. La familia como lugar educativo se ha debilitado, y eso genera unos jóvenes más débiles también. Y la instintividad sin límite es otra destrucción que el poder fomenta para que la persona viva fuera de sí misma, sin rebelarse contra nada.