Janeth Bonilla: «Me vestían de mestiza para que no me discriminaran»
A priori, esta joven ecuatoriana no reunía las condiciones idóneas para prosperar en el sector de la ingeniería. Es indígena y mujer en una zona con una educación escasa. Le dijeron muchas veces que no podía, pero se rebeló. Hoy es ingeniera agropecuaria y lidera proyectos sociales en el campo de la agricultura y la mujer. Incluso ha presentado una propuesta a la NASA para cultivar microvegetales en el espacio.
Con tan solo 27 años ya es líder de su comunidad en Cotacachi (norte de Ecuador). ¿Cómo lo ha conseguido?
Me di cuenta de que muchos jóvenes estaban migrando a la ciudad, y de que en las asambleas comunitarias no había jóvenes. Y mi padre me invitó a asistir. A raíz de que una persona estaba intentando apropiarse de un terreno que era nuestro, me impliqué en demostrar que no le pertenecía y logramos recuperarlo. Entonces me nombraron mujer líder de la comunidad. Allí pusimos en marcha un proyecto de agroecología para mejorar los ingresos de la población.
Pero no se quedó ahí su lucha en favor de los pueblos indígenas, ¿no?
Soy miembro del Kichwa Institute of Science, Technology and Humanities, una red de profesionales de distintos pueblos y nacionalidades de Ecuador que busca responder a las necesidades de los indígenas desde la ciencia, la tecnología y los saberes ancestrales. Promovemos proyectos sociales como la enseñanza a los indígenas del quechua, la conexión a internet o la capacitación en física, matemáticas o liderazgo.
Hábleme de Warmi STEM, otro proyecto más.
Warmi es mujer y STEM se refiere a ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas. Buscamos que más mujeres quechuas puedan acceder a la educación técnica a través de mentorías, becas o seminarios. Les mostramos testimonios de mujeres que eligieron esas carreras y han llegado lejos.
También participó en un desafío de la NASA. ¿De qué se trata?
Estoy en el proyecto Run a Space, desde donde participamos en el desafío de la NASA llamado Deep Food Space Challenge. Todo surgió en un encuentro con un astronauta ecuatoriano, cuando le pregunté si una ingeniera agropecuaria podría trabajar allí. Me dijo que sí, que si la NASA quiere poblar la luna va a necesitar la agricultura. Así, concebimos un proyecto para el cultivo en el espacio de microvegetales altamente nutritivos –quinoa, col, acelga, manzanilla, berro…– en bandejas pequeñas. El resultado es un tallo de doce centímetros que se puede consumir entero y directamente. Además, propusimos un sistema de compostaje para las raíces.
¿Qué resultado obtuvieron?
Pasamos la primera fase, pero en la segunda necesitábamos financiación para fabricar algo concreto y no la teníamos. Seguimos participando en pequeños desafíos. Además, todo el trabajo realizado nos sirve para nuestros proyectos agrícolas con mujeres quechua. Creo que pueden ofrecer valor añadido si cultivan microvegetales y germinados. Por otra parte, queremos implementar la agricultura de precisión en toda la provincia, Imbabura, con la utilización de drones para detectar plagas a tiempo y con el análisis del suelo.
¿Cómo es la situación en la población indígena de la zona?
La educación es escasa, se considera un privilegio, al igual que los servicios de agua y luz. Todavía se cree que la mujer tiene que quedarse en casa para cuidar a la familia y a los animales. También hay discriminación por ser indígena. Mis padres no me enseñaron quechua y me vestían de mestiza para que no me discriminaran. Otro dato revelador es que solo el 1,3 % de los jóvenes quechuas ha ido a la universidad.
Habrá tenido que superar obstáculos.
Cuando me gradué como ingeniera me dijeron que podía tener el título, pero que no iba a conseguir trabajo porque no era un hombre. Y cuando me dieron la oportunidad, sufrí acoso laboral. Tengo compañeras que todavía no han encontrado trabajo. Les recomendaban dedicarse al secretariado. Quiero promover una red de mujeres agrónomas para romper ese estigma de que no pueden.